
The Biologist (Lima). Vol. 15, Nº1, jan - jun 2017
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Predicting quantitative historical risk
acetilcolina en la hendidura sináptica (Assis et al., 
2015). La acetilcolinesterasa puede ser empleada 
como  un  biomarcador  en  peces  no  solo  para 
demostrar  la  presencia  de  plaguicidas 
organofosforados y carbámicos, sino para indicar 
la presencia de metales pesados (Carvalho et al., 
2013;  Santillán-Calzada  et  al.,  2016).  Se  ha 
observado una tendencia a aumentar la AChE en 
diversos  tejidos  de  peces  en  ecosistemas 
impactados por metales pesados (Carvalho et al., 
2013). Sin embargo, otros autores señalan modelos 
variables de aumento o disminución de la AChE, 
dependiendo de la duración de la exposición y del 
tipo de tejido involucrado en los peces (Balambigni 
&  Aruna,  2011;  Richetti  et  al.,  2011;  Al-Ghais 
2013).  
Por  otra  parte,  el  crecimiento  de  los  peces 
dependerá  en  gran  medida  de  la  intensidad 
metabólica dentro de la población, siempre que el 
complejo  corriente  de  energía  (en  la  cadena 
trófica), factores físicos y las acciones recíprocas 
con otras poblaciones lo permitan. Las condiciones 
del  medio  constituyen  una  de  las  razones 
fundamentales  que  regulan  el  crecimiento  y 
cuando  este  se  encuentra  alterado  o  en 
desequilibrio, entonces influye de manera directa 
en  el  crecimiento  y  desarrollo  (Odum,  1986; 
Heidary et al., 2012). Una medida de poder evaluar 
el crecimiento y desarrollo, fue mediante el factor 
de  condición  biológico,  pues  según  Egea  et  al. 
(2002), la evolución en este biomarcador, pone de 
manifiesto  la  tendencia  de  los  organismos  a 
recuperar  sus  pesos  corporales  y  cuando  no  se 
alcanza  se  indica,  el  índice  de  adelgazamiento 
sufrido  bajo  cualquier  situación  estresante  del 
medio (Heidary et al., 2012; Yi & Zhang, 2012). 
Kasimoglu (2014), encontró relaciones negativas 
entre  el  factor  de  condición  en  peces  y  metales 
trazas esenciales.
Finalmente, el género Gambusia es un organismo 
oportunista, el cual se alimenta de gran variedad de 
presas,  donde  se  incluyen  zooplancton,  insectos 
acuáticos,  caracoles,  algas,  huevos  y  larvas  de 
anfibios  y  peces  (García,  1999).  Su  elevada 
voracidad  motivó  a  introducirlos  como  agente 
biológico para el control de vectores infecciosos al 
hombre  pero  esta  función  trófica  puede  estar 
disminuida  cuando  las  condiciones  ambientales 
son  desfavorables  (Offill  &  Walton,  1999). 
Asimismo,  al  limitarse  el  patrón  trófico,  puede 
necesidad  de  realizar  programas  de  monitoreo 
intensos  para  lograr  resultados  fidedignos,  de 
manera que, en la presente investigación se siguió 
tal recomendación, pues al determinarse niveles de 
bioacumulación en un periodo histórico de cinco 
años, entonces se señala que los metales pesados 
disueltos estuvieron biodisponible; y por tanto, con 
alcance  ecotoxicológico  (Camacho-Sánchez, 
2007; Castañe et al., 2013). 
En  ocasiones,  las  concentraciones  de  metales 
pesados  en  los  componentes  abióticos  como  la 
matriz agua se encuentran por debajo del límite de 
detección de las técnicas analíticas, por lo que hace 
muy difícil realizar estudios de comparación inter-
estaciones  o  inter-ecosistemas  (Ramelow  et  al., 
1989) y en este sentido, utilizar organismos propios 
de los ecosistemas evaluados como biomonitores 
permite  entonces,  realizar  estas  comparaciones 
b r i n d a n d o ,   a l g u n a s   i n f o r m a c i o n e s  
complementarias  (Martin  &  Coughtrey,  1990; 
Market et al., 1997; Camacho-Sánchez, 2007). La 
utilización  de  la  especie  G.  punctata  en  su 
condición de biomonitor posibilitó de este modo, 
comparar biomarcadores entre los tres ecosistemas 
en estudio.  
Seleccionar para el monitoreo las branquias de los 
peces resulta necesario, ya que no solo es un órgano 
blanco,  sino  además  diana,  pues  al  estar  muy 
vascularizado,  pueden  aparecer  varios  daños 
morfológicos  cuando  las  condiciones  del  medio 
presentan variaciones no deseadas (Castañe et al., 
2013). Según Bernet et al. (2004), dentro de éstos 
daños se encuentran respuestas proliferativas que 
generan  deformación  y  fusión  de  las  lamelas, 
necrosis, apoptosis celular y pseudoepitelización. 
Los daños mencionados, pueden tener algún tipo 
de implicación sobre el sistema nervioso central y 
donde  determinadas  actividades  enzimáticas 
pueden verse afectadas. Una de estas enzimas y que 
sirve  como  biomarcador  ante  el  posible  efecto 
negativo es la acetilcolinesterasa, por tal razón fue 
medida en la investigación (Vidal, 2005; Carvalho 
et  al.,  2013;  Assis  et  al.,  2015).  La 
acetilcolinesterasa  (AChE,  EC  3.1.1.7)  es  una 
enzima  crucial  para  el  desarrollo  y  el 
funcionamiento del sistema nervioso y presenta un 
papel  importante  en  la  diferenciación 
hematopoyética  y  en  el  desarrollo  neural.  Su 
función clásica es modular el impulso nervioso a 
través  de  la  hidrólisis  del  neurotransmisor