el contexto peruano aún no priorizan adecuadamente este problema creciente.
Asimismo, se identifican diferencias contextuales relevantes entre países. En México, los principales
desafíos están asociados con la fragmentación legislativa y la limitada implementación de políticas nacionales en
salud mental. En contraste, en España, a pesar de contar con un marco normativo más consolidado, persisten barreras
estructurales de acceso, como la escasez de profesionales en salud mental en el sistema público, los extensos tiempos
de espera y la desigual distribución regional de los servicios (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2021;
Ministerio de Sanidad, 2022).
Estas diferencias reflejan que, si bien los problemas de salud mental son comunes a nivel internacional,
su abordaje varía considerablemente en función de las prioridades políticas, el nivel de inversión pública y la
capacidad operativa de los sistemas de salud en cada contexto nacional.
Esto resalta la necesidad de diseñar intervenciones adaptadas a las realidades de cada país, sin perder de
vista la importancia de un enfoque global, integral y equitativo en salud mental. Así, se hace imprescindible mejorar
tanto el marco normativo como la implementación efectiva de los servicios.
Respecto a la relación entre las políticas de salud mental y la accesibilidad a las atenciones psicológicas
en el Hospital San Juan de Lurigancho (HSJL) durante los años 2023–2024, los resultados evidencian un nivel
importante de insatisfacción por parte de los usuarios. En concreto, el 39.4% de los encuestados opinó que el acceso
a las terapias psicológicas es inadecuado, mientras que solo el 21.9% lo considera adecuado. Si bien esto refleja
un problema de accesibilidad, es importante precisar que estos datos reflejan percepciones de los usuarios y no
permiten afirmar de forma directa una relación causal entre las políticas y el acceso a los servicios.
Por ello, desde la introducción se debe aclarar que el objetivo del estudio es explorar si existe una asociación
entre la percepción sobre las políticas públicas y la accesibilidad a los servicios psicológicos, considerando que una
política puede existir formalmente pero no estar implementada de manera efectiva o equitativa. En este sentido, la
existencia de políticas no garantiza por sí sola el acceso adecuado, pues también intervienen otros factores como la
gestión institucional, la asignación de recursos, y la capacidad operativa de los centros de salud.
En cuanto a la comparación internacional, Rehman et al. (2020), en su análisis sobre el bienestar psicológico
de empleados en organizaciones de salud en China y Pakistán, concluyen que la gestión administrativa —es
decir, la eficiencia en la dirección, organización de servicios, apoyo al personal y provisión de recursos— influye
significativamente en el bienestar de los trabajadores de salud, lo que a su vez repercute en la calidad del servicio
brindado a los pacientes. Aunque el contexto sea distinto, existe una convergencia en torno a la idea de que el
soporte institucional y la organización interna afectan tanto al personal como a los usuarios. En el caso de Lima,
la sobrecarga de pacientes, la escasez de recursos y la débil gestión hospitalaria representan barreras concretas que
podrían limitar el cumplimiento efectivo de las políticas de salud mental.
Asimismo, Hernández-Holguín et al. (2018) ofrecen una crítica a las políticas de salud mental en Colombia,
señalando que la falta de claridad normativa y el exceso de burocracia han limitado la eficacia en la atención
a pacientes. Esta observación resulta útil al contrastarla con la situación registrada en el Hospital San Juan de
Lurigancho (HSJL), donde, pese a la existencia de políticas nacionales en salud mental, su aplicación en el nivel
operativo es limitada, lo que conlleva deficiencias en la atención psicológica.
No obstante, se identifica una diferencia relevante entre ambos contextos: en el caso de Lima Metropolitana,
el principal obstáculo no parece ser la ausencia de políticas o cobertura general, sino la saturación del sistema de
salud pública, debido a una alta demanda no correspondida por la capacidad instalada. Este fenómeno se traduce en
tiempos de espera prolongados, escasez de personal especializado y limitaciones en la atención oportuna.
Si bien no se cuenta con datos directos que comparen estructuralmente ambos sistemas nacionales (Colombia
y Perú), distintos informes nacionales —como el del Ministerio de Salud del Perú (MINSA, 2022)— y reportajes
periodísticos sobre Lima señalan la sobreutilización de los servicios hospitalarios y la insuficiencia de recursos
en distritos populosos como San Juan de Lurigancho. En contraste, Hernández-Holguín et al. (2018), destacan en