En el contexto del riesgo de desastres, la
resiliencia es entendida como “la capacidad de un
sistema, comunidad o sociedad expuestos a una amenaza
para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de sus
efectos de manera oportuna y eficaz, lo que incluye
la preservación y la restauración de sus estructuras y
funciones básicas” (Oficina de las Naciones Unidas para
la Reducción del Riesgo de Desastres - UNISDR, 2017);
y la amenaza o peligro, es entendida como “el evento
físico de origen natural (geológico, hidrometeorológico
y biológico) o antrópico (degradación ambiental y
amenazas tecnológicas), potencialmente perjudicial
que puede derivar en la pérdida de vidas o lesiones,
daños materiales, grave perturbación de la vida social
y económica y/o degradación ambiental” (UNISDR,
2015).
Siguiendo la misma línea, Adger (2000)
establece la diferencia entre el concepto de resiliencia
ecológica y resiliencia social. Define la resiliencia
social como la capacidad de grupos o comunidades
para afrontar las tensiones y perturbaciones externas
como resultado de cambios sociales, políticos y
ambientales. Esta definición se acerca a la realidad de
las comunidades pobres que generalmente dependen
de recursos agrícolas y pecuarios, los mismos que son
vulnerables a la variabilidad ambiental (como las plagas
agrícolas o los impactos de los extremos climáticos)
y pueden ser influenciados por los cambios sociales,
económicos, políticos, y de agitación (asociada con la
variabilidad de los mercados mundiales de productos
básicos, o con cambios rápidos en las leyes de propiedad
o intervenciones estatales).
Las dimensiones de la resiliencia social pueden
variar según el contexto y la perspectiva desde la cual se
estudie por ejemplo la dimensión Social, la dimensión
de Gestión pública y la dimensión de Infraestructura
resiliente.
1. Dimensión social: Esta vinculada a la cohesión
social como la fuerza que agrupa a la población,
a la aceptación de la diversidad cultural y
económica que posibilitan la integración
social facilitando el desarrollo de capacidades
comunitarias (saberes, las habilidades y recursos
disponibles) para enfrentar desafíos; de igual
manera, la Capacidad de recuperación y el Grado
de compromiso de la población son elementos
esenciales para adaptarse a nuevas circunstancias,
así como, la preparación para la identificación de
riesgos, manejar crisis y promover la seguridad.
2. Dimensión de gestión pública: Referida al
marco normativo que condicionan la flexibilidad
de la respuesta del gobierno para atender las
emergencias de manera oportuna, involucrando
la gobernanza inclusiva y participativa como
la capacidad de los lideres locales para
incluir activamente a la comunidad en la
toma de decisiones y la implementación de
políticas. También condiciona la capacidad
de la administración pública para incorporar
tecnologías avanzadas, prácticas de construcción
sostenibles, y políticas de gestión del riesgo que
se ajusten a las condiciones cambiantes,
3. Dimensión de Infraestructura resiliente:
Entendida como la calidad y la capacidad de
la infraestructura física y social para resistir
y recuperarse de desastres, está integrada por
dos componentes: La Infraestructura física,
relacionada con el acceso de la comunidad a
carreteras, puentes, redes de agua y saneamiento,
sistemas de energía, viviendas diseñadas para
soportar eventos extremos, minimizando los
daños y facilitando una rápida recuperación; y la
Infraestructura social, vinculada a la existencia de
los sistemas y servicios que apoyan el bienestar
social y económico de una comunidad,
Para la formación de la resiliencia social
algunos autores sostienen que es fundamental promover
la participación ciudadana, al respecto, Fung (2006)
explora diferentes formas de participación ciudadana en
la gobernanza, incluyendo al presupuesto participativo
como una herramienta efectiva para abordar desafíos
complejos del cambio climático. Considera que la
gobernanza contemporánea exige una explicación de
las formas de los aspectos que están sujetos a leyes y
políticas que influyen en su elaboración, y desarrolla
un marco para comprender la gama de posibilidades
institucionales para la participación pública.
Desde la perspectiva de UNISDR (2015), para
evitar que aumente la ocurrencia de los desastres se debe
enfrentar dos tipos de factores: factores subyacentes y
factores agravantes. Entre los factores subyacentes
destaca la pobreza y la desigualdad, el cambio y la
variabilidad climáticos, la urbanización rápida no
planificada y la gestión inadecuada de las tierras. En el
caso de los factores agravantes destacan, los cambios
demográficos, los arreglos institucionales deficientes,
las políticas formuladas sin conocimiento de los riesgos
entre otros.
Presupuesto Público Participativo
Los gobiernos regionales y locales cuentan
con una poderosa herramienta de política pública en el
presupuesto participativo para fortalecer la resiliencia
social, permitiendo que los ciudadanos participen
directamente en la distribución de los recursos financieros
asignados y en la toma de decisiones sobre proyectos y
programas que afectan sus comunidades. Los programas
de Presupuesto Participativo fueron concebidos como
procesos innovadores y diseñados para incorporar a los
ciudadanos en la formulación de políticas públicas; al
respecto Wampler (2000), considera que los ciudadanos
que participan directamente en la toma de decisiones