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| Cátedra Villarreal Posgrado | Lima, Perú | V. 2 | N. 2 | julio - diciembre | 2023 |
de producción y consumo de energía, implica no repetir
el patrón tradicional de un estilo de producción y
consumo basado en combustibles fósiles. La tendencia
en el mundo es a sustituir a los combustibles fósiles
por las fuentes de energías renovables. Según ENEL
(2023) el proceso de transición energética no es algo
nuevo en la historia. En el pasado ya asistimos a otros
grandes cambios históricos, como el de la madera al
carbón en el siglo XIX o del carbón al petróleo en el
siglo XX. Lo que caracteriza esta transición respecto a
las anteriores es la necesidad de proteger el planeta de
la peor amenaza que hemos tenido que afrontar hasta
la fecha, el sobrecalentamiento de la tierra. Para evitar
continuar con este proceso, la herramienta principal es
la transición energética, o sea, cambiar de un sistema
energético radicado en los combustibles fósiles a uno de
bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en
las fuentes renovables coincidiendo con Álvarez (2022)
que recomienda cambiar el modelo energético imperante
porque este resulta inviable si queremos preservar las
condiciones naturales que facilitan una vida civilizada
en el planeta. Sostiene que el actual modelo que ha
conducido a la crisis energética-climática revela con
mayor claridad los límites biofísicos de la civilización
industrial. El modelo energético vigente construido
sobre la base energética de los recursos fósiles y la
intensicación y expansión del industrialismo ha
evidenciado la existencia de límites en la disponibilidad
de los recursos y límites en la capacidad de asimilación
de los residuos. La contaminación del aire, de las aguas
y de la tierra con todo tipo de residuos (sólidos, líquidos
y gaseosos) no solo ha hecho del planeta un inmenso
vertedero, sino que además ha conseguido alterar el
clima en la troposfera y modicar la estructura de la
atmósfera.
Resulta un reto para los departamentos con
pobreza energética, como es el caso de Ayacucho,
postular la transición energética, no solo porque este
hecho signica el cambio de la fuente primaria de
energía, sino porque también implica la participación
del estado a través de una política pública precisa que,
acompañada de una asignación de recursos suciente
permita la construcción y mantenimiento de una
red de infraestructura para dar acceso universal a la
energía, así como, coadyuve a la modicación de los
estilos de consumo de energía de la población, entre
otros. El abastecimiento de energía eléctrica para las
actividades industriales y la población en general
implica la generación, transmisión y distribución de
energía limpia. En las regiones con pobreza energética,
es importante educar a las comunidades respecto de las
ventajas de la transición energética, así como, de los
benecios que pueden obtener de ella. Esto incluye la
promoción de la eciencia energética, la adopción de
tecnologías limpias y la comprensión de los impactos
positivos en la salud y el bienestar. La participación
de los tres niveles de gobierno (central, regional y
local) resulta de vital importancia; no obstante, se debe
destacar que el involucramiento, participación directa,
y compromiso por parte de los gobiernos locales en
la transición energética se revela fundamental, dada
su cercanía a la realidad, necesidades, características
geográcas, e idiosincrasia de su población, lo cual debe
contribuir a la identicación y propuesta de alternativas
que contribuyan de manera eciente con el proceso de
transición energética.
La transición energética debe ser llevada a
cabo de manera justa y equitativa. Esto signica que
se deben considerar políticas y programas que eviten la
marginación de las comunidades más vulnerables. Se
pueden implementar medidas como tarifas diferenciadas,
subsidios para energías limpias y programas de
capacitación y empleo en los diferentes sectores cuya
actividad afecta el medio ambiente con el uso de
energía inadecuados. Lo importante es que la transición
energética sea inclusiva y no deje a nadie atrás. En otros
términos, como sostiene ENEL (2023), la transición
energética debe ser justa, es decir, la lucha contra la
pobreza energética y las inversiones deben garantizar el
acceso a la energía limpia, y representar una importante
oportunidad de desarrollo para las comunidades locales.
La transición justa, es optar por una manera
diferente de atender las necesidades de energía, es revisar
el comportamiento del hombre en todos sus aspectos para
abordar los desafíos del cambio climático y la escasez
de recursos fósiles al combinar la descarbonización,
la electricación y la digitalización para crear un
sistema energético más limpio, eciente y sostenible, es
garantizar que las comunidades tengan acceso a fuentes
de energía asequibles y conables. Esto puede implicar
la expansión de redes eléctricas, el fomento de fuentes
de energía descentralizadas (como paneles solares o
micro redes) y la promoción de soluciones de bajo costo
y también estaciones de carga eléctrica.
Un aspecto importante para cambiar la matriz
energética está vinculado a la forma como la población
busca fuentes alternativas de electricación para la
atención de sus consumos, reemplazando la electricidad
producida a partir de fuentes fósiles por la generada
por fuentes renovables, así como también eligiendo
comportamientos vinculados a la eciencia energética.
Como plantea Cisneros (2019) Los consumidores, al
volverse más proactivos, harán que necesariamente
el comercializador de energía o el distribuidor, si es el
caso, busque nuevas formas y productos para atraer a
los clientes. En cuanto a las redes y operadores a nivel
de distribución, también tendrán mayores necesidades
de inversión ya sea por las infraestructuras de recarga,
las acometidas de viviendas, las adaptaciones de las
instalaciones eléctricas, o por la necesidad de integrar el
autoconsumo, y el uso de medidores inteligentes.
La implementación de la electricación en el
sector transporte en el Perú, sector con el mayor consumo