José Livia Segovia
Se ha considerado que la crisis financiera
que atraviesa el mundo es producto de la fal-
ta de ética y de responsabilidad social (Mar-
tínez, 2011) lo cual implica que los directivos
de los bancos pensaron más en sus aspectos
personales que en los intereses sociales. Si
bien es cierto que la empresa busca lucrar, lo
deben hacer dentro de las reglas del juego, en
una competencia abierta y libre, sin engaño o
fraude (Friedman, 1970). Dada esta situa-ción
podríamos decir que los involucrados no
lograron alcanzar el nivel de juicio moral
orientado hacia los principios éticos univer-
sales propuesto por Kohlberg (Barra, 1987), y
no fueron capaces de distinguir lo legal de lo
moral, actuar de acuerdo con la justicia, los
derechos humanos y el respeto a las personas.
Esta situación da pie incluso a cuestionar la
formación en las escuelas de negocios donde la
ética y el liderazgo basado en valores es de poca
importancia e incluso podrían fomentar
conductas codiciosas, sin ética e incluso ilega-
les, estableciéndose como recomendación que se
invaliden títulos de quienes violen sus códi-gos
de conducta (Podolny, 2009). Schneider (2013)
señala que:
Esta situación nos debe hacer recapaci-
tar sobre lo frágiles que son el mundo y
nuestras economías ante los abusos y el
quiebre de las reglas más elevadas de
la ética en los negocios. Hoy, más que
nunca, el bien común se ha vuelto una
exigencia. Todo puede cambiar, pero la
ética es una sola y no cambia (p. 43).
Una empresa con responsabilidad social
tiene consciencia de su papel como unidad de
negocio que crea valor, pero que también tie-
ne una conciencia social para ayudar a reducir
los problemas sociales y ambientales, de res-
peto a los consumidores, de buenas prácticas
económicas, vale decir una empresa ética (Ar-
gandoña, 2008). En resumen, podemos decir
que responsabilidad social puede describirse
como la responsabilidad que la empresa tiene
o asume frente a la sociedad en general (Co-
rrea, 2007), o tal vez implementar el princi-
pio del valor compartido, que involucra crear
valor económico de una manera que también
cree valor para la sociedad al abordar sus ne-
cesidades y desafíos (Porter & Kramer,
2011), vale decir, combinar el desarrollo
empresarial con la prosperidad social.
Asumir la responsabilidad social
implica hacer referencia al liderazgo. Las
empresas son conducidas por líderes, en
quienes se confía y disponen de una
condición ética. Lo que ha fallado en
muchas instituciones finan-cieras en todo
el mundo en la reciente crisis no han sido
tanto los conocimientos técnicos como las
actitudes morales, no cumplieron con su
responsabilidad social (Argandoña, 2011).
Un liderazgo responsable equivale a ser
capaz de impulsar la innovación, generar co-
nocimientos, estrategias novedosas, tomando
en cuenta grandes responsabilidades (Soto,
2010), pero lo más importante es ser cons-
cientes que un líder no representa lo que debe
hacer sino lo que debe ser, que debe ejercer
un liderazgo con compromiso social y ético.
Dentro de esta perspectiva no solo es im-
portante en el líder el aspecto cognitivo, sino
los aspectos emocionales y valorativos. Por
ello, Gardner (2001) nos plantea que si que-
remos prosperar en el mundo futuro se hace
necesario desarrollar cinco mentes: la mente
disciplinada (propia de dominar una profe-
sión, desarrolla habilidades y la comprensión,
la mente sintética que evalúa la información
con objetividad y permite hacer la gestión del
conocimiento, la mente creativa, que presenta
ideas nuevas, la mente respetuosa que debe
respetar las diferencias y los grupos humanos,
que maneja la tolerancia, y finalmente, la
men-te ética que reflexiona sobre la
naturaleza del propio trabajo y sobre las
necesidades y deseos de la sociedad en que
vivimos. Un líder verda-dero debe desarrollar
las cinco mentes y fun-damentalmente el
aspecto ético reflexionando sobre su papel
como líder, como trabajador, como ciudadano
y preguntarse por sus obli-gaciones.
230 | Cátedra Villarreal | V. 4 | No. 2 | julio-diciembre | 2016 |