Bannion Peña Huamán, Ramsés Salas Asencios
Introducción
Según la OMS (2013), las enfermedades de
transmisión alimentaria (ETA) abarcan un
amplio espectro de dolencias y constituyen un
problema de salud pública creciente en todo el
mundo. Su origen es la ingestión de alimentos
contaminados por microorganismos o sustan-
cias químicas. Las ETA pueden ser más seve-ras
para las personas más susceptibles (niños,
ancianos, mujeres embarazadas o los que se
encuentran enfermos). Pueden dejar secuelas o
incluso hasta provocar la muerte (ANMAT,
2013). En el 2011, se registraron en el Perú un
millón 203 mil 740 casos de atenciones por En-
fermedades Diarreicas Agudas (EDA) y, hasta
junio del año 2012, cerca de 500 mil atenciones
a nivel nacional, encontrándose la mayoría de
casos en niños de 0 a 11 años (MINSA, 2012).
Si estas enfermedades son transmitidas a tra-vés
de los alimentos, la responsabilidad direc-ta
recae sobre las personas que los manipulan,
procesan y distribuyen y sobre las condiciones
higiénico-sanitarias en las cuales trabajan.
Los alimentos pueden ser clasificados
como alterados (si por causas naturales deri-
vadas de tratamientos tecnológicos inadecua-
dos y/o deficientes han sufrido el deterioro de
sus características organolépticas, en su com-
posición intrínseca y/o en su valor nutritivo) o
contaminados (cuando contienen organismos
biológicos, sustancias químicas, minerales u
orgánicas extrañas a su composición normal,
o componentes naturales tóxicos en concen-
tración mayor a la permitida por las exigen-
cias reglamentarias) (Pelayo, 2010).
De estos dos tipos de alimentos, los que
tienen mayor importancia con respecto a las
ETA son los alimentos contaminados, ya que
la mayor parte de ellos (aproximadamente un
90%) presentan contaminación biológica,
principalmente por bacterias (Ministerio de
Salud de Argentina, 2011). La alteración o
contaminación de alimentos puede deberse en
gran medida a las condiciones higiénico-sani-
tarias en las cuales se almacenan, procesan y
expenden, y también debido al personal que
los manipula. Esta relación entre manipula-
dores de alimentos y posible transmisión de
ETA ha sido evidenciada en diversos trabajos.
Arechua y Moya (2004) evaluaron el ries-go
de contaminación microbiana en estable-
cimientos comerciales (puestos de mercado,
restaurantes y puestos callejeros) de Villa El
Salvador (Lima), empleando encuestas para
evidenciar las condiciones sanitarias en las cua-
les se preparaban los alimentos, y también rea-
lizaron análisis microbiológicos a 75 muestras.
Encontraron que dos de ellas fueron positivas
para Salmonella spp., lo que les permitió con-
cluir que los vendedores ambulantes y de mer-
cado presentaban una deficiente utilización de
las buenas prácticas de manipulación e higiene,
a diferencia de los restaurantes de la zona, que sí
las mostraron, ya que contaban para el caso con
una adecuada infraestructura en sus locales.
Quispe y Sánchez (2001) realizaron un es-
tudio sobre la calidad microbiológica y sanita-
ria de 61 puestos de venta ambulatoria de ali-
mentos (PVAA) del distrito de Comas (Lima).
Utilizaron las Fichas de Evaluación Sanitaria
(FES) y tomaron muestras de alimentos, agua y
superficies inertes y vivas. Estos autores no
pudieron detectar Salmonella spp en ninguna de
las muestras evaluadas, pero el 41% de estos
puestos tuvo por lo menos un alimento no apto
para consumo humano por la alta presencia de
coliformes fecales y (con respecto a la evalua-
ción sanitaria) el 90.2% de estos PVAA fue
cata-logado como de “Riesgo Sanitario Alto”.
Se encontró una relación directa entre los
resultados microbiológicos y 18 de las 20 ca-
racterísticas de la FES, lo que evidenció de-
ficiencias estructurales y culturales de mani-
pulación e higiene de los alimentos. Acosta y
Zepeda (2012) evaluaron a través de una lista de
chequeo las condiciones de preparación y
manipulación de alimentos en el Instituto Sal-
vadoreño para el Desarrollo Integral de la Ni-ñez
y Adolescencia (ISNA). También se estu-diaron
parámetros microbiológicos (recuento de
coliformes totales y fecales, mohos y leva-duras,
bacterias mesófilas aerobias y detección de
Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Sal-
monella spp y Pseudomonas aeruginosa) en las
muestras de alimentos, agua, ambiente, manos
de manipuladores y utensilios de cocina.
192 | Cátedra Villarreal | V. 4 | No. 2 | julio-diciembre | 2016 |