Dimas Arrieta Espinoza, Daniel Conche Zuta
chucuti, es decir, quinientos años de luz y
quinientos años de oscuridad para los pue-
blos afincados a la confederación inca-an-
dina. La luz y oscuridad signadas que nos
habla este viejo mito se refieren a la pros-
peridad, el florecimiento y abundancia.
Conclusiones
En estos discursos fundacionales existe
una orientación que va más allá de la expli-
cación, sobre todo, del origen de las cosas,
la presencia de los pueblos, de las naciones,
cómo se unificaron y a qué acuerdos lle-
garon en sus inicios. Hay que recordar que
estos discursos, presentan elementos que no
giran hacia un acercamiento concep-tual,
sino que el discurso mítico se remi-te a lo
metafórico, esto a una pluralidad de
sentidos. Lo mítico es primero, es anterior al
discurso. Por eso, en estos discursos po-
lifónicos, el simbolismo enuncia y nos con-
lleva hacia la magia de la narración mítica.
Por ejemplo, el hombre andino prehispá-nico
y el contemporáneo, antes de iniciar sus
desplazamientos contemplan en el mes de no-
viembre los cielos. Si las Pléyades (ellos las lla-
man Las Siete Cabrillas), aparecen en la Cons-
telación de Tauro, entonces, va haber bastante
agua y empiezan a preparar la tierra. Pero, si no
salen, la experiencia dice que, se avecina un año
seco, sin agua para las siembras. En esta
comunidad andina el pasado sigue vivo en el
presente. Los ancestros no han perdido su es-
pacio de influencia en sus descendientes.
Los viejos discursos míticos fundaciona-
les adquieren nuevos sentidos en la comuni-
dad con el sincretismo cultural en que hoy
se vive. Tales narrativas han emprendido,
desde siempre, varias empresas pedagógi-
cas en los habitantes de nuestros pueblos. El
discurso mítico andino fundacional, por lo
tanto, no es conceptual, no define, no im-
pone argumentos de aclaraciones, sino que
apuesta por lo simbólico, por la metáfora y
la imagen.
Rebasa lo racional, es decir, el soporte ló-
gico queda fuera del juego, pues la rigidez de
una interpretación (bajo estos parámetros), no
tiene anclaje en estos discursos, más bien sus
acercamientos apuestan por la recreación y, en
ella sale, como bombardas, una serie de
enunciados que no nos dicen directamen-te
sus significados, pero sí indirectamente.
La columna vertebral de la tradición es su
discurso, sobre todo, porque es el vehículo y
soporte para iniciar los caminos del entendi-
miento y la exploración hacia el conocimien-to.
El tiempo lingüístico verbaliza una cultu-ra, la
actualiza, la regenera, le impone nuevos eventos
vigorizándola con un orden semánti-co y
sintáctico en su interacción. También esto
posibilita que una cultura sea un objeto palpa-
ble, por supuesto, en cada acto de habla de los
miembros de esa comunidad cultural. No nos
interesan las historias que nos cuentan, sino, la
información como potencial de conocimien-to,
todo ese mundo implícito que está más allá del
argumento de esa historia, es decir, la parte
pragmática, lo que está más allá de las palabras,
en el mismo contexto de donde se ha extraído
ese discurso. Lo mítico está antes del discurso
(ha sido experiencia), en el centro del discur-so
(es tradición) y después del discurso (por la
transferencia lingüístico, por esa transversali-
dad discursiva que llegar hasta nuestros días).
En consecuencia, creemos que la imagi-
nación no solo se ha cultivado en el mundo
andino sino con mayor elaboración en las
culturas amazónicas, donde la realidad pierde
su rastro, porque en ella no entra esa raciona-
lidad que nos han enseñado con parámetros
occidentales. De ahí ha salido una interesante
propuesta a raíz de estudiar los grandes mitos
amazónicos, Jeremy Narby hace una propues-
ta en su libro: La Serpiente Cósmica, el ADN
y los orígenes del saber (Lima: Takiwasi y
Ra-cimos de Hungurahui 1997), con diez años
de investigación, reúne suficientes indicios
para convencerse de que la respuesta a este
enigma: ¿de dónde procede el saber o cono-
222 | Cátedra Villarreal | V. 3 | No. 2 | julio-diciembre | 2015 |