Composición de entre líneas: el cuento o la vida,
de Luis Landero (Principios unamunianos)
Composition of between lines: the story or the life,
by Luis Landero (Unamuno’s precepts)
Recibido: junio 16 de 2015 | Revisado: agosto 11 de 2015 |
Aceptado: octubre 14 de 2015
A
nalía
V
élez de
V
illa1
Ab s t r act
We examined the transtextual relationships of Between
lines: the story or the life by Luis Landero and his
hypotext How to make a novel by Miguel de Unamuno.
We approached in the autobiographical discourse the
coincidences between both poetical fictional novels.
The self reference leads us to the assumption of
literature and life as a unit always under continuous
construction. Armando Zubizarreta’s analysis on How
to make a novel by Miguel de Unamuno corroborates
(among other things) that both Landero and Unamuno
are searching for a vital language, that they conceive the
literary creation as a life pouring experience; they state
that every man is a book and favor the inconclusive
character as a concomitant feature of work and life. In
both poetics, people are perceived as fictional beings
and it evidences that life is the role that each portray.
Keywords: novel, Between lines: the story or life,
Luis Landero, transtextuality
Re su m e n
Examinamos las relaciones transtextuales de Entre
líneas: el cuento o la vida, de Luis Landero y de su
hipotexto Cómo se hace una novela, de Miguel de
Unamuno. Abordamos en el discurso autobiográfico
las coincidencias entre ambas poéticas de la ficción
novelesca. La autorreferencialidad nos conduce a la
asunción de la literatura y la vida como una unidad en
continua construcción. El análisis que realiza Armando
Zubizarreta sobre Cómo se hace una novela de Miguel
de Unamuno nos permite corroborar entre otras
cosas que tanto Unamuno como Landero buscan un
lenguaje vital; que conciben la creación literaria como
un derramar la vida; que declaran que todo hombre
es de libro y que hacen primar el carácter inconcluso
como rasgo concomitante de la obra y la vida. En ambas
poéticas se percibe a las personas como entes de ficción
y se evidencia que vida es el papel que se representa.
Palabras clave: novela, Entre líneas: el cuento o la
vida, Luis Landero - transtextualidad
1 Pontificia Universidad Católica Argentina Correo
electrónico: analiavelezdevilla@gmail.com
| Cátedra Villarreal | Lima, perú | V. 3 | N. 2 | PP. 181-188 | julio-diciembre | 2015 | issn 2310-4767 181
Analía Vélez de Villa
Examinamos las relaciones transtextuales
entre Unamuno y Landero. Nos ocupamos del
libro Entre líneas: el cuento o la vida, de Luis
Landero y de su hipotexto Cómo se hace una
novela, de Miguel de Unamuno.
Animados por los comentarios “entre -
neas” de José María Pozuelo Yvancos, Caroli-
na Molina Fernández y Armando Zubizarreta,
abordamos en el discurso autobiográfico las
coincidencias entre ambas poéticas de la fic-
ción novelesca. Asimismo, incluiremos alu-
siones de Niebla para comprender las coinci-
dencias entre el Manuel Pérez de Landero y el
Augusto Pérez de Unamuno.
Un decenio atrás, en el mes de abril del
año 2001, Tusquets Editores publicaba Entre
-neas: el cuento o la vida, el cuarto libro de
Luis Landero. En 1996 la editorial Del Oeste
había realizado una primera impresión, con un
títu-lo más breve, Entre líneas.
En 2001, Landero designaba a su texto
“conjunto de ensayos contados”. La
contrapor-tada de la primera edición
hablaba de com-pendio de “ideas, apuntes,
retazos”, y Senabre (2001) lo denominaba
“experimento noveles-co a la manera
unamuniana” (Molina, 2003, p. 548).
Los veintiún breves fragmentos que lo
componen traman una mínima intriga narra-
tiva que se enlaza con la introspección de
un personaje de nombre Manuel Pérez
Aguado. “Nos hallamos, por tanto, ante un
ejercicio li-terario al que resulta difícil
poner una etique-ta: ¿se trata de una novela
o un ensayo, de una colección de cuentos o
una mera compilación de escritos para
conferencias?” (Molina, 2003, p.548).
El protagonista de los capítulos impares es
el profesor y escritor, Manuel Pérez Aguado.
Igual que el autor, de niño vive en Alburquer-
que y se traslada desde la aldea con su familia
a Madrid, donde estudia Letra. Sin embargo,
Molina estudiosa de la obra landeriana nos
alerta sobre el riesgo de trasponer de forma
simplista las categorías de autor y personaje,
puesto que advierte lo que hace de Entre lí-
neas su sello personal: la explotación estética
de “ese espacio ambiguo entre la literatura y
la vida (Molina, 2003, p. 549). Esa zona
inde-terminada ocupa todo el libro. El título
es un anclaje para la interpretación y en él los
dos puntos juegan un rol fundamental, ya que
en títulos y epígrafes es frecuente emplearlos
para separar el concepto general del aspecto
parcial del que va a tratarse.
En el título del libro que nos ocupa, los dos
puntos conectan los dos miembros y nos obligan
a detener el discurso después de “En-tre líneas
para llamar la atención sobre lo que sigue “el
cuento o la vida”. Esta conclusión o
consecuencia (“el cuento o la vida”) está en es-
trecha relación con el precedente, puesto que
solo leyendo entre líneas es posible vislumbrar
la correspondencia de la literatura con la vida.
También la conjunción “o juega un rol sig-
nificativo en la interpretación. Sabemos que este
nexo puede plantear un antagonismo que anime
al lector a elegir entre dos opciones que se
excluyen mutuamente o bien puede desci-frarse
como una conjunción que expresa equi-valencia
entre los términos. Esta relación am-bigua de
analogía u oposición que vincula los términos
cuento-vida persiste durante todo el texto. El
equívoco empieza con la frase inau-gural:
“Aunque esto no es un cuento, resulta que sí hay
un personaje, un profesor de lengua y literatura
al que vamos a llamar Manuel -rez Aguado
(Landero, 2001, p. 11).
El título presenta el plan expuesto en el
ca-pítulo ausente en la edición del año
1996 y penúltimo en la del 2001 que se
titula: “Cómo se hace una conferencia”:
Lograr que la literatura y la vida se confun-
dan, lleguen a ser la misma cosa, puedan ser
afrontadas con el mismo sentimiento de reali-
dad y de plenitud, que el mundo objetivo y el
imaginario formen una sola entidad, que ac-ción
y pensamiento se armonicen en un único envite:
tal es el sueño imposible que muchos
persiguieron y que quizá nadie alcanzó, y cuyo
temblor existencial y metafísico llena de ten-
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sión, de entusiasmo y de melancolía tantos
y tantos libros. (Landero, 2001, p. 138)
La consonancia de la literatura y la vida in-
tegra “las entretelas del propio universo poéti-
co” (Molina, 2003, p. 559) del autor extreme-ño.
A esa consonancia de la literatura y la vida se la
califica “baciyélmica”. De la misma ma-nera,
Miguel de Unamuno presenta su poética en un
espacio de confusión entre ambas. En el caso de
Unamuno, es el destierro el que genera la
necesidad de escribir un texto autobiográfi-co,
en el que la literatura y la vida se interpene-tren
para “derramar mi vida a fin de continuar
viviendo, de darme la vida, de arrancarme a la
muerte de cada instante (Unamuno, 1927). El
espacio provisional del destierro de Unamuno es
equiparable al estado de suspensión en el que
viven varios personajes landerianos, entre ellos,
el padre devenido personaje de ficción: “La vida
estaba siempre un poco más allá de donde él
estuviera(Unamuno, 1927). Como un fugitivo
de la vida, el padre se pasa la vida esperando
algo, y la espera lo mantiene como un ser
suspendido, inconcluso entre varias po-
sibilidades.
En ambos textos, la autobiografía encauza
la narración y el sujeto se convierte en pro-
ducto del lenguaje, en un personaje ficticio;
en el caso del libro de Landero se sucedan la
primera y la tercera persona (la primera, para
los capítulos pares en cursiva y la tercera, para
los impares), aunque compartimos con Moli-
na (2003, p.556) que “la imparcialidad de la
tercera persona es tan solo pura apariencia”.
En uno y otro texto el sujeto que narra
percibe la realidad como fragmentación, y su
propia subjetividad como caos: la ontología se
problematiza, al punto de emparentarse ambos
en la misma perspectiva de la posmodernidad.
En la obra de Unamuno, Zubizarreta advierte
que “Desde una cierta radical nihilidad onto-
lógica de la persona se concibe la creación de
mismo (1960, p. 199). En la producción de
Landero asoma, también, un sujeto débil: nos
apropiamos de la apreciación de Lozano
referida al sujeto de la novela posmoderna y
afirmamos que se trata de “un sujeto debilita-
do, descentrado, multiplicado y fragmentado,
igual que su experiencia” (2007,p. 184).
Para Lozano, ya Unamuno (como
Piran-dello) se había adelantado a su
tiempo, en-trando como autor en el mundo
ficcional y confrontando con sus
personajes en su papel de autor (2007, p.
168). Asimismo, señala Lo-zano que:
(…) el modernismo intenta hacer desapa-
recer al autor por todos los medios: diálogo
directo, discurso indirecto libre, monólo-go
interior, narrador subjetivo en primera
persona. Pero este empeño solo provoca el
aumento de la presencia autorial: el au-tor
como estratega, como dios que mueve los
hilos a su antojo. El posmodernismo, en
cambio, ha vuelto a colocar al autor en la
superficie, a hacerlo explícito en el texto
mediante intervenciones metaficcionales, y al
hacerlo explícito, lo ficcionaliza y lo mata
como entre real. (Lozano, 2007, p. 169)
Este empleo del discurso autobiográfico
provoca la superposición del plano ficcional
sobre el real, puesto que los nombres de U.
Jugo de la Raza o de Manuel Pérez Aguado se
superponen como pseudónimos, “que el lector
ha de descodificar, y al ser al mismo tiempo
una persona real y ficticia, llegamos no sólo a
la confusión de ficción y realidad, sino tam-
bién a la esquizofrenia del desvanecimiento
ontológico de la personalidad” (Lozano, 2007,
pp. 169-170). Ambos textos nos plantean la
desestabilización ontológica y el problema
de la identidad. Esta proposición combina
con las poéticas de ambos autores, quienes
con di-versas estrategias lo desenvuelven a
lo largo de todas sus producciones textuales.
Molina observa que “Fiel a la estela ne-
tamente cervantina de una obra que es en
misma creación y poética de la creación, el
novelista ha juzgado el relato de tintes auto-
biográficos, desde su experiencia de escritor,
marco idóneo para su desarrollo (2003, p.
560). Una misma huella hipotextual vuelve a
vincular a ambos autores: el influjo cervan-
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tino. Para Pozuelo (1993) el Quijote es “una
novela y simultáneamente una poética de la
ficción novelesca, un ámbito donde la
ficción novelesca es en simultaneidad
aquello ‘por’ lo que se habla, aquello ‘de lo
que se habla, pero sobre todo aquello que
habla” (Molina, 2003, p. 560).
Molina (1927) cree que este principio
guía la composición de Entre líneas , en el
limbo de tantas obras que tratan de la fic-
ción y de la vida, pero que a la vez se pre-
senta envuelta en un vacilante discurso, el
autobiográfico, que está entre ambos pre-
dios. Precisamente, dice Unamuno en Cómo
se hace una novela que “escribir contando
cómo se hace una novela es hacerla. ¿Es
más que una novela la vida de cada uno de
no-sotros? ¿Hay novela que sea más
novelesca que una autobiografía?
Molina (2003, p.560) juzga que “la sombra
de Unamuno planea por el librode Landero y
avizora la alusión unamuniana de Cómo se hace
una novela: en el tulo landeriano Cómo se
hace una conferencia(p. 561). Es evidente que
las relaciones transtextuales insinúan la
hipertextualidad, puesto que en un grado más
importante que el de la semejanza del título,
Cómo se hace una novela se constituye en hi-
potexto de la poética de Entre líneas.
En el capítulo “Cómo se hace una confe-
rencia, Manuel Pérez Aguado “se dispone a
elaborar una conferencia, y empieza a escri-
bir sin saber muy bien hacia dónde va a deri-
var”. Sucede como con la nivola que se dispo-
ne a escribir Víctor Goti, en Niebla: “voy a
es-cribir una novela, pero voy a escribirla
como se vive, sin saber lo que vendrá
(Unamuno, 1982, p. 125) o como con el
soneto satírico de Lope de Vega, “Un soneto
me manda hacer Violante En todos los
casos, se textuali-za la creación dinámica
como la vida misma: “Burla burlando van los
tres delante”, recita Lope; y “Burla burlando,
no sabe muy bien cómo, parece que la
conferencia ya está en marcha”, lee Manuel
Pérez Aguado (Landero, 2001, p. 137).
Al comenzar la conferencia que se llama-
“El origen de la pasión estética”, Manuel
proyecta escribir acerca del porqué y cómo
Manuel Pérez Aguado se hizo escritor; sin
em-bargo, al promediar el escrito se
incorporan experiencias de Marcel Proust,
James Joyce o Virginia Woolf porque sus
impresiones par-ticulares están enlazadas con
un mundo más vasto, en el que los cuentos y
las vidas se hallan recíprocamente ligados.
Compartimos con Vauthier que el análi-sis
que hace Zubizarreta, en Unamuno en su
“nivola”, “sigue siendo «la» obra de referencia
para comprender Cómo se hace una novela de
Miguel de Unamuno”. En ella se estudian las
estructuras y los géneros literarios y se anali-za
la lengua al servicio de la vida; asimismo al
examinar las construcciones metafóricas y el
empleo consciente de la lengua, se profundiza
en las siguientes metáforas: la de la “novela de
la vida”, la del “teatro de la vida”, la del
“poema de la vida” y la del “juego de la vida
(Vauthier, 1960, p.152). Esta perspicaz
investigación, que constituye la tesis de
doctorado de Zubizarre-ta, refrenda nuestra
vinculación de las metá-foras que vertebran la
producción de los dos españoles.
El análisis unamuniano de Zubizarreta
nos permite corroborar que ambos autores:
a. Buscan un lenguaje “íntimo y
vital”, un lenguaje filosófico vital
(1960, p. 129)
b. Conciben la creación literaria
como un derramar la vida, como
un arran-carse a la muerte de
cada instante (1960, p. 131)
c. Sostienen que recordar algo es
revivir-lo (1960, p. 131)
d. Afirman que el mundo y la vida son
“Comentarios de comentarios y otra
vez comentarios” (1960, p. 140)
e. Declaran que todo hombre es de
libro (1960, p.140)
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Composición de entre líneas: el cuento o la vida, de Luis Landero (Principios unamunianos)
f. Hacen primar el carácter inconcluso
como rasgo concomitante de la obra
y la vida (1960, p.143)
g. Evidencian que vida es el papel
que se representa (1960, p.146)
h. Aseguran que todo es poesía
(1960, p. 142)
i. Advierten las relaciones entre los
dis-tintos yoes (1960, p.147)
j. Coinciden en que todo hombre es
ac-tor del drama de su vida y que
cada uno se representa a mismo
(1960, p.148)
k. Perciben a las personas como
entes de ficción (1960, p. 148)
l. Se someten a las reglas de juego crea-
das por ellos o por otros (1960, p.152)
m. Distinguen entre juegos de palabras
y juegos de lengua (1960, p.159)
n. Conciben la creación de sí mismos
y del argumento que construyen
(1960, p.159)
Las metáforas estructuradoras del dis-
curso: “novela, teatro y poema de la vida
ponen de manifiesto que la vida es la que
legítima el estatuto de la literatura cual-
quiera sea el género. Recordemos que la
nivola no tiene argumento, o, mejor
dicho, el argumento es el que va saliendo,
el que finge hacerse solo.
La metáfora “juego de la vida” rige ambas
poéticas, si bien para Zubizarreta en Unamuno,
esta es menos importante que las otras (1960,
p.151). Lo lúdico, en la poética de Landero, es
crucial para interpretar el sentido de los juegos
peligrosos en los que se involucran los perso-
najes de varias novelas del autor extremeño. Al
punto que, fuera del juego, los personajes no
despiertan interés para nadie. El juego avi-va
dos asuntos importantes en ambas poéticas: el
sentido de carnavalización de la vida como
juego y los juegos del lenguaje, que
vinculan a los personajes o jugadores.
“Novela, teatro y poema” nos dan la pauta
del carácter fundante y redentor de los libros:
Y es que muchas de las experiencias fun-
damentales del hombre moderno proceden
inevitablemente de los libros. Y esto ocu-
rre aun entre gente que apenas ha tratado
con ellos, porque los libros flotan en el aire
y se incorporan al sentir general, y for-man
parte de nuestro carácter y saber más de lo
que creemos. (Landero, 2001, p. 67)
Todos los que vivimos principalmente de la
lectura y en la lectura, no podemos separar de
los personajes poéticos o novelescos a los
históricos. Don Quijote es para nosotros tan
real y efectivo como Cervantes, o más bien
éste tanto como aquél. Todo es para nosotros
libro, lectura. (Unamuno, 1927)
Decimos “redentor” porque a los libros se
los reconoce como fuente de conocimiento y
de salvación: “El relato sirve para que no se
pierda del todo lo vivido. En el fondo, es una
manera de oponerse a la muerte. Si fuésemos
inmortales, quizá no contaríamos historias
(Landero, 2001, p. 79). Unamuno (1927) con-
cluye: “lo que busca todo escritor, todo histo-
riador, todo novelista, todo político, todo poe-
ta: vivir en la duradera y permanente historia,
no morir”.
Se pregunta Unamuno (1927): “Contar la
vida, ¿no es acaso un modo, y tal vez el más
profundo, de vivirla?”. Para ambos, “vivimos
dos veces el mismo hecho: cuando lo vivimos
y cuando lo contamos” (Landero, 2001, p.78).
Hemos insistido con el término “poéti-ca”,
puesto que en ambos libros en Cómo se hace
una novela y en Entre líneas: el cuento o la
vida se propone un conjunto de principios o
de reglas que resultan similares. Sin embar-
go, estas similitudes no impiden que aflore
una gran diferencia, marcada por la búsqueda
persistente de Dios en el caso de Unamuno
y por la ausencia de esa preocupación en el
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caso de Landero. Un sujeto paradójico ne-
cesita buscar a Dios “para fundar la creación
permanente del propio ser(Zubizarreta 200);
en cambio, el otro se afirmará narrándose a sí
mismo, construyéndose para él mismo y para
otro. Para ambos “Todo hombre es hombre de
libro (Cómo se hace una novela. Continua-
ción. En: Zubizarreta, p.139); para Unamuno
esto lleva impreso un sentido bíblico: “Todo
es para nosotros libro, lectura; podemos ha-
blar del Libro de la Historia, del Libro de la
Naturaleza, del Libro del Universo. Somos bí-
blicos (Unamuno, 1927). Para Landero hay
en ello un sentido sagrado, también: “Quizás
entonces descubrió que la escritura, y la voz
que la descifra, tenía algo de sagrado(2001,
p.146). Zubizarreta comenta un artículo que
lleva fecha de 22 de setiembre de 1922, titula-
do El hombre del libro. En él Unamuno revela
que “no tener biografía es no tener historia, y
no tener historia es no haber vivido humana-
mente. O sea no haber vivido; no haber estado
inscrito en el Libro de la Vida(Zubizarreta
1960, p.141).
Esta necesidad de escribirse, de narrar-se a
mismo nos trae a la memoria la teo-ría de
Ricœur (2001) acerca de la necesidad de
adquirir la experiencia de la identidad y la
permanencia a través de la posibilidad de
narrarnos y narrar nuestras historias. Sin
embargo, la similitud sigue conservando esa
distinción fundamental que traspone a Una-
muno a la orilla de la modernidad, puesto que
su discurso se halla inscripto dentro de lo que
Lyotard denomina “los metarrelatos”. De las
historias preexistentes o narradas con
anterioridad al relato unamuniano, nos inte-
resa la del cristianismo. Esta legitima todas las
prácticas textuales de Unamuno, pues in-cluso
cuando el propio Unamuno duda de su
creencia, el metarrelato preexiste y continúa
existiendo más allá de Jugo de la Raza o de
Carlos VII. Estima Zubizarreta (1960, p. 142)
que con la metáfora del “libro de la vida”,
Unamuno renueva el carácter vital -religioso,
al que nos estamos refiriendo. En el caso de
Landero, no se problematiza esta cuestión,
más propia de la episteme moderna. Tam-
poco la angustia, el aislamiento o la soledad
caracterizan la sensibilidad de sus persona-
jes. En la poética landeriana la redención se
encuentra cuando se actualizan los sueños,
es decir, cuando los seres llegan a ser lo que
son en potencia. La redención llega a través
de la palabra que se hace relato, que devie-
ne obra de arte: “La vida, de pronto, tiene
un argumento, y se parece mucho a una
novela” (Landero, 2001, p. 86).
Entiende Zubizarreta (1960, p. 142) que la
principal deficiencia de la metáfora basada en el
libro es que no da lugar en ella al tiempo de
manera imaginativamente concebible. En-
tonces, Unamuno opta por la novela de la vida
como la metáfora que expresa la temporalidad y
la autocreación del hombre. También la me-
táfora de la novela, y su correlato temporal,
participa de la poética landeriana:
En la vida diaria y objetiva, sin embargo,
no podemos omitir el tiempo anodino: lo
tenemos que vivir todo, minuto a minuto.
La vida, con su tiempo lento y a menudo
vulgar, se nos antoja a veces una suma de
peripecias irrelevantes. Pero si uno mira el
pasado entonces advierte una trama de
episodios significativos. La vida, de pronto,
tiene un argumento, y se parece mucho a
una novela: el tiempo gris ha desaparecido
[…] La vida, en el presente, es como un ta-
piz visto muy de cerca: no vemos sino las
minucias y accidentes del entramado […]
Así que la memoria selecciona y poetiza el
pasado, y convierte nuestra vida en una
obra de arte. (Landero, 2001, p. 86)
Los dos Pérez, Manuel de Landero y Au-
gusto de Unamuno, confunden realidad y fic-
ción. Son “hijos de” incontables familias de
personajes, todos vinculados y extensamente
difundidos como el apellido que portan. De-
trás del patronímico genérico se esconde una
confesión de Unamuno y de Landero: “por
supuesto, todo lo que digan mis personajes lo
digo yo…” (Unamuno, 1982, p. 126). El -
rez de Landero no es augusto sino “Aguado”,
es decir, no infunde o merece gran respeto y
veneración por su majestad y excelencia, sino
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Composición de entre líneas: el cuento o la vida, de Luis Landero (Principios unamunianos)
que su sustancia está sugestivamente
diluida, aguada.
Conclusiones
En definitiva, la autorreferencialidad cues-
tionada en los textos estudiados y la asunción
de unas técnicas de expresión muy particula-
res conducen a abolir el preconcepto de lite-
ratura como categoría subordinada a la vida,
puesto que de lo que se trata es de asumirlas
como una unidad en continua construcción.
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