Japoneses, chinos e indios en Lima cosmopolita de inicios del siglo XVII
de ciento son muchísimos. Y estos ricos,
pocos tienen tiendas. Envían sus dineros a
emplear a España y a México, y otras partes.
Y hay algunos que tienen trato en la gran
China (…) En Lima y en todo el Perú viven y
andan gentes de todos los mejores luga-res,
ciudades y billas de España y gentes de la
nación portuguesa, gallegos, asturianos,
biscaynos, nabarreses, valencianos, de Mur-
cia, franceses, italianos, alemanes y flamen-
cos, griegos y raguseses, corsos, genoveses,
mallorquines, canarios, ingleses, moriscos,
gente de la Yndia y de la China y otras mu-
chas mesclas y mixturas (2009, pp. 25; 63).
Pero el testimonio de Bernabé Cobo es
más ilustrativo al respecto, por lo cual lo
citamos en extenso:
El traino y lustre de los ciudadanos en el
tratamiento y aderezo de sus personas es tan
grande y general, que no se puede en un día
de fiesta conocer por el pelo quien es cada
uno; porque todos, nobles y los que no lo
son, visten corta y ricamente, ropa de seda
y de toda suerte de galas, sin que en esta
parte haya medida ni tasa, porque no llegan
acá las pragmáticas y desterrados de allá
suelen enviarlos a vender en esta tierra. Y a
esta causa es increíble la cantidad que se
gasta de todo género de sedas, telas, bro-
cados, lienzos delicados y paños finos (…)
El crecimiento que he visto de treinta años
acá ha sido esta vanidad de trajes, y pompa
de criados y librea, que pone admiración.
De solo las carrozas quiero hacer argumen-
to, de donde se podrá colegir lo que pasa en
los demás; cuando entré en esta ciudad el
año de mil quinientos noventa y nueve, no
había en ella más de cuatro o cinco y esas
bien llanas y de poco valor, y al pre-sente
pasan de doscientas y todas ellas son
costosísimas, guarnecidas en seda y oro y
con gran primor. (…) Porque hombre tie-ne
Lima de a trecientos a cuatrocientos mil
ducados de hacienda, y de ahí para arriba, y
no se llama rico a boca llena el que no pasa
de cien mil; a los que tienen de cincuenta
mil ducados para abajo contamos entre
los de moderado caudal, y son muchísi-mos
los que entran en esta clase, (…) No es menor
la riqueza de esta ciudad que está en bienes
muebles de mercaderías y alha-jas de sus
moradores, respecto del mucho adorno y
aparato de sus casas, el cual es tan
extraordinario, que pienso que no se halla
ninguna, aun de la gente más humilde y po-
bre en que no se vea alguna joya o vaso de
plata o de oro; y es tan excesiva la cantidad
de estos ricos metales y de piedras precio-sas,
como son perlas, diamantes y de otros
géneros que está recogida en vajillas, joyas,
prendas y dineros, que según opinión de
gente práctica se avalúan en veinte millo-nes
esta riqueza, fuera de las mercaderías,
vestidos, tapicerías y de toda suerte de ajuar
de casa y de culto divino, baste decir que la
hacienda que tienen los vecinos en esclavos
pasa de doce millones (1964, pp. 76-80).
Por su parte Buenaventura de Salinas y
Córdova enfatiza la gran actividad comercial:
Y con razon por cierto, porque pocas tiene
el mundo donde más corra la contratación,
y mercancía, ni mercaderes más ricos, ni de
mexor trato, como esta, adonde vienen a
recambiarle la plata todas las mercadu-rias
de las más remotas partes de la tierra,
entrandose a porfia, por su famoso puerto
del Callao buscando sus tiendas, y almace-
nes: y asi emos visto, y yo conozco muchos
que aviendo comencado con diez, y doze
pesos de trato en una petaquilla debaxo de
los hombros por las calles rotos, pobres, y
afanados, en ocho, y doze años an adquiri-
do, ochenta mil, y cien mil pesos; y otros
en poco tiempo los trecientos, y cuatrocien-
tos mil ducados: y esta es la causa, porque
los más de aquellos que la necesidad saca
de Europa, y llegan al Pirú, se aplican a la
mercancía, trayendo a su poder los merca-
deres tanta plata, que ellos solos llenan de
barras las armadas, registrando muchos
cada uno a trecientas, y cuatrocientas mil
ducados: y mercader uvo, que ahora dos
años registró por cuenta suya, para Es-
paña, novecientas barras (1957, pp. 122).
| Cátedra Villarreal | V. 3 | No. 2 | julio-diciembre | 2015 | 161