Ida Elise Magnussen
económico que suele ser la concepción de los
ostentadores de poder, hay que ver el territorio
no solamente como un pedazo de tierra, sino hay
que tomar en cuenta todo el entorno físico,
social, histórico y espiritual implicado en ello.
La comunidad tiene un título de propie-dad
que le fue otorgado en conjunto en el año
1986. Sin embargo, esto no significa que cual-
quier persona pueda hacer su chacra donde le
parece conveniente. La comunidad tiene su
manera de organizar el territorio y el uso y
acceso que hace de él, practica un régimen de
propiedad colectiva. El territorio es colec-tivo
en el sentido de que cada miembro de la
comunidad, en principio, tiene los mismos
derechos a usar los recursos antes que haya
sido explotado por alguien. Esto implica que
uno pueda hacer la chacra en cualquier sitio
que todavía no ha sido explotado por otra
persona. Para obtener la posesión individual
de un área, uno tiene que trabajarla. Cuando
eso pasa, este territorio ya no es colectivo,
sino propiedad privada de la persona que lo
traba-ja. La colectividad, por lo tanto, está
implicada en el posible uso en el futuro y no
en el actual uso en el presente (Gray, 1997).
La producción, por lo tanto, significa la con-
versión de la propiedad colectiva definida por
acceso al recurso en cuestión a la posesión pri-
vada basada en labores (Gray, 1997). Este es el
caso de Santa Martha en donde cada chacra es
considerada propiedad de la persona o familia
que la trabaja. La chacra no puede ser usada por
otra persona, ni puede una persona cosechar los
cultivos de la chacra de otra persona. A tra-vés
de labores en lo mismo, la tierra vuelve a ser
propiedad del usuario. De esta manera, se pue-
de decir que la propiedad no es un objeto físico,
sino que más bien se trata de relaciones sociales
entre personas (Hann, 1998). Efectivamente, son
los miembros de la sociedad quienes deci-den
las reglas de derechos de los recursos y las
características de la propiedad, no el recurso en
sí mismo (Lu, 2001).
En el sistema legal, a través de la Ley de Co-
munidades Nativas, las comunidades indígenas
tienen propiedad colectiva a través de su título
de propiedad. Sin embargo, como se mencio-na
también practican la propiedad individual
internamente, que no son derechos otorgados a
una área específica como son los derechos
colectivos de propiedad otorgado a través de su
título de propiedad, sino organizados a tra-vés
de actividades agrícolas y otras actividades
económicas en partes específicas del territorio.
Método
Permanecimos en la comunidad de San-ta
Martha durante cinco meses, desde marzo
hasta agosto del año 2011. La metodología
empleada era la cualitativa, principalmente, la
observación participante que en la práctica
consistía en seguir a los comuneros en sus ac-
tividades cotidianas. Esto significaba trabajo
en la chacra, pescar, cocinar, lavar ropa entre
otras cosas. Además, se participó en todas las
asambleas comunales y los talleres con la mu-
nicipalidad y representantes de las federacio-
nes indígenas y otras ONG. Además de la ob-
servación participante también se realizaron
entrevistas formales e informales con residen-
tes de la comunidad y con representantes de la
municipalidad distrital y provincial.
El ingreso a la comunidad fue a través de
la ONG el Instituto del Bien Común (IBC)
que tenía contactos en la zona. Ellos nos
pusieron en contacto con el presidente de la
federación indígena FENACOCA que reúne a
las comu-nidades Cacataibo en las regiones
de Huánuco y Ucayali y también tuvimos la
oportunidad de vivir con la familia que
brindaba transporte en bote a la comunidad.
Nuestros informantes incluían a una serie
de personas de diferentes orígenes y agendas.
Principalmente, consistían en pobladores in-
dígenas de la comunidad de Santa Martha.
Pero, también, comprendía a pobladores no
indígenas, representantes de diferentes ONG
indígenas y no-indígenas, como además per-
sonas que trabajaban en los gobiernos loca-
les. Del mismo modo, se estableció contacto
con profesionales indígenas que habían sali-
14 | Cátedra Villarreal | V. 1 | No. 1 | enero -junio | 2013 |