7Cátedra Villarreal | Lima, perú | V. 8 | N. 2 | julio - diciembre| 2020 | e- issn 2311-2212
Como podemos ver en la Figura 2, la sobremortalidad
masculina es visible en cualquier contexto y en todos los
grupos de edades. Pareciera que las pandemias saben
de género, pero lo cierto es que la salud masculina ha
sido muy descuidada y como consecuencia de ello, los
hombres se han vuelto población vulnerable ante este
tipo de virus. Esto no ha sido por una cuestión biológica
sino por determinantes sociales de la salud, ya que se
mueren más temprano que las mujeres por situaciones
relacionadas a su estilo de vida, hábitos, entre otros.
Para ahondar en el tema, Castellanos-Torres,
Mateos, y Chilet-Rosell (2020) determinan que “se han
señalado como posibles causas diferentes factores: una
mayor prevalencia del hábito tabáquico en los hombres,
una diferente respuesta inmunitaria o la presencia de
otras enfermedades que pueden verse agravadas por la
infección (en particular cardiovasculares, respiratorias
y diabetes). También se ha señalado el impacto de
las normas de género en la salud de los hombres”.
Sumaría a estas razones de por qué hay más hombres
contagiados el hecho de que muchos asumen el rol
patriarcal de jefe de hogar, además de que son los que
salen a trabajar a costa de los riesgos. Resulta que, la
construcción de la masculinidad en los hombres incita
que adopten conductas de riesgo y rompan más las
reglas. Por ende, son los que más se infectan y mueren
con este virus, además de que sufren más enfermedades
que también los colocan en vulnerabilidad. Así también,
muchas enfermedades en los hombres han estado muy
descuidadas. Al haber una despreocupación de esas
tratadas o abordadas en su fase terminal, ha hecho
rápidamente que acorten su esperanza de vida.
Por el contrario, ellos “presentan una tendencia casi
invariable a mostrarse “fuertes”, activos, “temerarios”,
la muerte” (Bonino, 1992). El problema es que dichos
comportamientos, para ser ejercidos en plenitud,
suponen adoptar actitudes favorecedoras de accidentes:
exposición excesiva al riesgo, minimización del peligro,
susceptibilidad al desafío, subordinación de la salud
y la vida al valor prioritario del prestigio. Esto último
su imagen como hombres. En relación a esto, Rivas-
Sánchez (2005) indica:
Este fenómeno podría ser explicado como
producto de la exposición gratuita a riesgos,
la ausencia de autocuidado y los patrones de
conducta autodestructivos a los que, según nos
han mostrado los estudios de las masculinidades,
predispone el modelo dominante de identidad
masculina en nuestra cultura (p.42).
Otro aspecto de esa sobremortalidad masculina se
al hombre, en consecuencia, a la exposición al peligro
innecesario para probar esa hombría que les está
provocando un papel nefasto. Como señala Bonino
(1992):
Ser hombre es ser fuerte, arriesgado, competitivo,
exitoso, temerario, activo y prestigioso. Llegar
a serlo supone saber enfrentar los peligros, ser
las normas, y todo con el beneplácito necesario
del grupo de pares (p.6).
Estas características son construidas para que
un “verdadero hombre”. Al mismo tiempo, se han
vulnerabilidad mientras que a las mujeres no se les
reprime ese sentimiento del miedo y el temor ya
que su función es de cuidar y preservar la vida de sus
seres queridos y por lo tanto ellas si tienen presente
esos sentimientos, pero no para paralizarlas sino
para tomar decisiones de cuidado. Es por ello que los
hombres exponen deliberadamente su vida y la de las
demás personas. Ese es un mal comportamiento que
es consecuencia de cómo han sido construidos como
hombres en la sociedad. El hecho de que no se tome
consciencia de esta situación está relacionado con la
formación de la masculinidad llegando a ser considerada
como factor de riesgo:
Estos valores asignados socialmente al hombre,
a la par de las conductas temerarias a las que
predisponen estos valores una vez incorporados
de los llevan a constituirse en un factor de riesgo
en tres sentidos: riesgo hacia sí mismo, riesgo
hacia mujeres y niños(as) y riesgo hacia otros
hombres (De Keijzer, 1997, p.203).
Este problema no solo es contra los hombres, sino
también para sus familias y la sociedad en su conjunto.
Los hombres muchas veces han sido construidos sobre la
base de creencias de que son invulnerables. Puesto que,
el siquiera pensar que van a enfermarse es un asunto
que denota vulnerabilidad, debilidad y por lo tanto no
es de hombres. Sin embargo, no es que los hombres
no tengan miedo, sino que se les ha prohibido sentirlo,