Maynor Freyre Bustamante
pre abiertos” (1990). Sus posteriores cuentos
tomarán otra línea, concretamente la de tema
histórico. Los diversos galardones obtenidos
por Nieto Degregori dicen de su calidad.
Enrique Rosas Paravicino (Cusco 1948),
autor de una bien lograda novela, “El gran
señor”, en 1988 publica su primer libro de
cuentos, “Al filo del rayo”, con lenguaje
directo y estilo realista y regionalista. Diez
años des-pués, en 1998, reaparece en el cuento
con “La ciudad apocalíptica”, diez relatos que
bucean en la historia tras la búsqueda de una
explica-ción para el presente.
Otro autor destacado es Mario Guevara
(Cusco 1956), quien también en 1988 surge
en la cuentística con “El desaparecido”,
peque-ño libro que deja vislumbrar un
narrador de garra. Una década después, con
otro abigarra-do volumen intitulado “Cazador
de gringas y otros cuentos”, corrobora lo
antedicho, mos-trando una narrativa diáfana,
de viejo ofician-te, a pesar de su breve obra
creativa. “Cazador de gringas...” lleva varias
ediciones, una de ellas traducida al inglés.
Dos libros de cuentos ligados al indigenis-
mo, “Los ilegítimos” de Hildebrando Pérez
Huaranca y “Color de ceniza y otros cuentos”
de Víctor Zavala, son publicados en 1980 y
1981, respectivamente, cerrando al parecer el
ciclo iniciado por López Albújar en 1920.
Dante Castro Arrasco, ganador del Premio
Internacional Casa de las Américas en 1992,
aparte de otros galardones nacionales de im-
portancia, empezó con “Otorongo y otros
cuentos” (1986), “Parte de combate” (1991) y
“Ausente medusa de cenizas”. Le editan en
Cuba, luego, “Tierra de pishtacos” (1993) y
en Lima “Cuando hablan los muertos” (1997).
Sus temas tienen que ver con la selva peruana
pero también con los tiempos de insurgencia.
Es todo un narrador de punche.
De otro lado, tenemos a Fernando Ampue-
ro, quien es uno de los “Nuevos nuevos” que
publica un par de cuentos, junto al de otros dos
autores, en breve libro que data de 1971. Al año
siguiente, 1972, imprime “Paren el mun-do que
acá me bajo” y en 1974 su novela “Ma-
motreto”. Pero es en 1975, con la aparición de
“Deliremos juntos”, que se hace conocer como
buen cuentista, al exhibir un lenguaje desenfa-
dado, muy ligado a los ensueños incitados, tan
en boga por los 70. Autor de un par de nove-las,
prosigue cultivando el cuento con “Malos
modales” y bastante éxito no sólo en el ámbito
nacional. Es el adalid de una corriente narra-tiva
a la que se han sumado Guillermo Niño de
Guzmán (Lima, 1955), con cuentos bastan-te
logrados, como los reunidos en “Cabellos de
medianoche”, “En el camino” y, sobre todo, en
“Una mujer no hace verano”. Alonso Cue-to,
aséptico y atildado narrador (Lima, 1954),
aunque destaca más en la novela, ha editado dos
interesantes libros de cuentos: “La batalla del
pasado” y “Los vestidos de una dama”.
En 1981 Alejandro Sánchez Aizcorbe
nos ofrece su “Maní con sangre”, al que
sigue un curativo “Jarabe de lengua”. De un
narrar ale-gre y dicharachero, de mucha
agilidad y hu-mor, calza perfectamente en
el cuento, aunque ahora se haya dedicado
en cuerpo y alma a la novela.
Tal como también calza Cronwell Jara,
quien premiado permanentemente por sus
narraciones cortas, asombró en 1980 con su
cuento “Hueso duro” y en 1981 con “Monta-
cerdos” (¿novela corta o cuento largo?). Mas
es con “Las huellas del puma” (1986), hoy en
tercera edición, que se consagra como un
magnífico contador de historias breves, tal
como lo corrobora en e1990 al publicar “Babá
Osaim, cimarrón, ora por la santa muerta” (re-
latos) y “Don Rómulo, cazador de cóndores”
(cuentos). Al lado de Cecilia Granadino pu-
blica “Las ranas embajadoras de la lluvia”, un
buen conjunto de relatos recogidos de la isla
de Taquile, ubicada en medio del lago
Titicaca. Como buen piurano, Jara es un
contador nato de cuentos.
Y hablando del caluroso norte peruano,
100 | Cátedra Villarreal | V. 2 | No. 2 | julio-diciembre | 2014 |