tuvieron los mismos y el ejército. Según Aroca y Maury
(1993), la ocupación de los grupos armados significó
una gran disminución de su población en las comunidades
ashaninka asentadas en los ríos Perené, Ene y Tambo.
Según la CVR (2003) en las últimas dos décadas del siglo
XX, aproximadamente 10 000 ashaninkas fueron
desplazados forzosamente en los valles del río Ene,
Tambo y Perené, decenas de niños quedaron
huérfanos; 6 000 ashaninkas murieron, más de 5000
fueron capturados por Sendero Luminoso. Asimismo, se
estima que entre treinta y cuarenta comunidades
ashaninka habrían desaparecido durante esta época.
Sin embargo, el pueblo ashaninka utilizó sus recursos
culturales (conocimiento del bosque, habilidades de
guerra y creatividad) para sobrevivir y lidiar ante
circunstancias adversas como la tortura psicológica, el
duelo por los familiares asesinados y la posterior
convivencia comunitaria con personas que estuvieron
en el bando contrario (Villapolo & Vásquez, 1999).
Hoy en día las comunidades ashaninka constituyen,
prácticamente, islas indígenas en un mar de asentamientos
de colonos andinos (Espinosa, 2009). Su territorio ha sido
fuertemente depredado, ha desaparecido gran parte del
bosque, tienen pocos espacios para la vida tradicional
indígena. Frente a esta presión colonizadora, muchas
familias ashaninka optaron por la migración hacia territorios
más lejanos e inaccesibles para los colonos mestizos. Sin
embargo, la cuenca del río Perené, poblada por los
ashaninkas y colonos es fuente de productos agrícolas.
Dominando el paisaje del valle las plantaciones de café,
cítricos, plátanos y otros frutos. Los ashaninkas aún
dependen de los recursos que le brinda la selva para su
subsistencia (Sosnowska et al., 2010). En el Perú, se puede
encontrar pobladores indígenas amazónicos que viven, en
las grandes ciudades y capitales regionales como Iquitos,
Pucallpa o Puerto Maldonado; también se encuentran en
ciudades intermedias como La Merced, Satipo, Tingo María
o Jaén; así como en pequeñas ciudades cuya población
viene creciendo aceleradamente como Nauta, Nieva,
Sepahua, San Lorenzo (Espinosa, 2009). Esta situación
plantea las siguientes interrogantes sobre ¿cómo las
sociedades indígenas se relacionan con lo urbano? y finalmente,
la supervivencia de las culturas indígenas en el futuro
próximo.
Instituciones sociales, económicas y políticas
AIDESEP et al. (2000) señaló que los ashaninka viven
en comunidades pequeñas y dispersas, mientras
Weiss (2005) enfatizó en la dis- tinción de dos casas
en las familias ashaninka: la intómoe y la káapa. Esta
distinción tendría como base la función social y ritual de
ambas casas, siendo la káapa definida como la casa
masculina o de huéspedes; mientras la intómoe es la
casa donde vive la familia nuclear, donde se cocina y se
duerme; definida como la casa femenina (Weiss, 2005).
Actualmente, los ashaninka viven en
comunidades ubicadas en torno a los servicios de
salud y educación estatal. Sin embargo, la
mayoría de ashaninka tiene sus chacras al interior
de los bosques, quebradas y ríos de su comunidad.
Construyen casas dentro de ellas para pernoctar varios
días lejos de los centros comunales. Perdura hasta la
actualidad el patrón de asentamiento disperso. Su actividad
tradicional es la agricultura, caza y pesca. La yuca es el
producto central en la alimentación de este pueblo (Varese,
1974), seguido del camote y otros frutos. También, se
cultivan diversos productos como plátanos, maní y frejol.
(SERNANP, 2013). En las últimas décadas del siglo XX, las
familias ashaninka han empezado a criar animales de
corral, especialmente gallinas. Actualmente, se está
generalizando la producción de café y cacao en los
diferentes valles que ocupan actividad que es realizada con
fines comerciales (INRENA, 2010).
En relación a la distribución de actividades según
género, la caza y pesca se asocian a las actividades
masculinas, mientras que las mujeres realizan el
trabajo en la chacra, elaboración de cerámica, el
tejido de cestos, esteras y ropa de algodón (Varese,
2006). Sin embargo, actualmente las mercancías
están cubriendo parte de la necesidad de los objetos
tradicionales, casi todas las mujeres siguen
produciendo prendas de vestir tradicionales para los
hombres y la cushma sigue siendo importante para
identificar a una persona como ashaninka.
En la antigüedad, las familias ashaninka se
articulaban y relacionaban con otros pueblos, por las
diversas rutas que cruzaban la cordillera de
Vilcabamba (SERNANP, 2013). El Cerro de la Sal fue
para los ashaninka un centro ceremo- nial y de
intercambio comercial (bienes y conocimientos) de
gran importancia. Dicho cerro constituía la principal
fuente de sal mineral de la selva central. La relación
entre los “socios” que intercambiaban productos
denominada ayum- pari o ayómpari, tuvo como
propósito ampliar las redes sociales e incrementar el
prestigio social de los hombres ashaninka, además
de inter- cambiar productos (Varese, 2006).
18 Cátedra Villarreal | Lima, Perú | V. 7 | N. 1 | Enero - Junio | 2019 | e-ISSN 2311-2212