y de derechos, mientras que las personas que se ubican
por debajo de la línea, son consideradas sub-humanos,
en el que su humanidad está cuestionada y, por tanto,
negada. Las zonas del ser y no-ser, entiéndase esto
como una posición de las relaciones raciales de poder
entre centro-periferias. Y como ya aclara Grosfoguel,
la “interseccionalidad” de las relaciones de clase,
sexualidad y género ocurren en ambas zonas de
manera heterogénea. La vida dentro de cualquier
zona no es igual, cada una vive conflictos de
opresión no-racial y, que además, en cada espacio
de manera diferenciada existen formas de poder
administrar dicho conflicto (Grosfoguel, 2012).
Bajo esta línea, a partir de los estudios a Aimé
Césaire, Grosfoguel (2008) menciona que para acabar
con este universalismo abstracto “descarnado”
particular de un sujeto blanco-europeo-masculino-
heterosexual y que aspira a un diseño global hegemónico por
todo el mundo camuflando la coexistencia de todos los
particulares, urge cambiar la geografía de la razón por
otra que contemple y reconozca esta coexistencia. Sin
embargo, un punto clave en la filosofía grosfogueliana,
es que cualquier tipo de cosmopolitismo que se quiera
construir desde el universalismo abstracto de la ego-
política del conocimiento es inherentemente de diseño
imperialista/ colonial, y que, a su vez, este, de manera
intrínseca considera de inferiores a todas las
epistemologías no-occidentales.
Para Grosfoguel (2013) es sobre los cuatro
genocidios/ epistemicidos del siglo XVI y a finales del
XVIII, que el canon del pensamiento occidental de hombres
de cinco países (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y
los EEUU) se geolocalizan en el centro del sistema-
mundo moderno/colonial como privilegio y autoridad por
sobre todo pensamiento particular, quedando así estas,
excluidas de las estructuras del conocimiento de una
modernidad eurocentrada. Empero, esto no significa
que no haya nada afuera del adentro absoluto y
tradicional. Grosfoguel (2013) acentúa que a pesar de
que los no-occidentales fueron afectados por el
proyecto genocidio/epistemicidio colonial occidental, la
vida del pensamiento indígena, judío, musulmán,
africano y de “Otros”, aún persisten con una exterioridad
relativa dusseliana que los posibilita a no perder la esperanza
de encontrar un mundo transmoderno.
Dentro de este marco, Grosfoguel (2013, p. 53)
construye la idea de que “la diversidad epistémica
proporciona el potencial para que las luchas de
descolonización y despatriarcalización ya no estén
centradas en epistemologías y visiones del mundo
occidentalocéntricas”. Esta postura, de un mundo
pluriverso, indudablemente desancla elementos de
apropiación eurocéntrica para poder rediseñar a partir
de diversos cuerpo-sociales el sentido de comunidad
global, y por supuesto, acabar con la mirada monopolista del
saber provincial de hombres de cinco países.
Esta forma de entender, nos conduce a redelinear
el sentido pluriverso del mundo, de la democracia,
los derechos humanos, la política, la igualdad, etc.
Es decir, esto implica asumir en serio el pensamiento
crítico-fronterizo e impulsar proyectos decoloniales
que nos permitan encontrar diferentes direcciones
transoccidentales (Grosfoguel, 2013). De manera
que la idea de transmodernidad viene a ser –desde
la óptica dusseliana– un proyecto mundial, historicista y
cultural de diálogos simétricos que “se propone ver
desde el otro los fenómenos y discursos
hegemónicos que se producen y se enuncian desde el
centro”, es decir, este admite ser un quiebre del
eurocentrismo y que por su dinámica, se encamina hacia
una utopía heteroglósica (Ahumada, 2013, p. 7).
En ese sentido, lo transmoderno demanda transitar hacia
un nuevo pluriverso que reconozca la diversidad
epistémica a través del diálogo y de un compartir común
contra el capitalismo, el patriarcado, el imperialismo y la
colonialidad (Grosfoguel, 2013). De forma disímil, estas
categorizaciones geoglobalizantes también son
abordadas por el posmodernismo, corriente que según
Grosfoguel, es una invectiva de crítica eurocéntrica a
los propios fundamentos del eurocentrismo. Para el
filósofo, tal hecho representa reproducir “todos los problemas
de la modernidad/ colonialidad” (Grosfoguel, 2008, p.
212). Ya que según este, dicho proyecto epistemológico
se encuentra atrapado en las demarcaciones del canon
occidental sin ni siquiera reconocer y considerar la alteridad
epistemológica de un mundo afuera relativo al
pensamiento occidental (Grosfoguel, 2006).
Por tanto, para Grosfoguel, el giro decolonial no es una
opción, sino una necesidad de supervivencia para el
planeta. Si nosotros no descolonizamos la manera de como
pensamos cosmogónicamente las relaciones de lo humano y las
otras formas de vida. Es probable que todo espacio
existente se disipe con la civilización. En ese sentido, el
filósofo entiende que es perento- rio buscar puntos
transdiciplinarios epistémicos que confronten y rompan los
problemas al cual está sujeto la civilización. Este viene a
ser uno de los grandes quehaceres y lecciones que funden
los decoloniales –o mejor dicho la
Cátedra Villarreal | Lima, Perú | V. 7 | N. 1 | Enero - Junio | 2019 | e-ISSN 2311-2212 23