Alteridad identitaria en los protagonistas de
La ciudad y los perros (1963): ¿héroe o antihéroe?
Identity alterity in the protagonists of
The city and the dogs (1963): hero or antihero?
Recibido: junio 06 de 2018 | Revisado: agosto 12 de 2018 | Aceptado: setiembre 23 de 2018
Jesús Miguel Delgado Del Aguila1
Ab s t r act
The protagonists of The city and the dogs (1963) are im-
mersed in a cyclical game of crossing the states of fear
and self-confidence when a fight occurs; that is, a man-
ifestation of violence. For example, it was shown that the
Slave was not afraid to denounce the Servant Cava, even
though he knew that the Circle and the Jaguar could take
revenge on him; also, an opposite case was proven, the
Jaguar regretted having killed (it adopted a dysphoric po-
sition of guilt and need to change).
Key words:
identity, literary analysis, violence, protagonist,
character
Re su m e n
Los protagonistas de La ciudad y los perros (1963) es-
tán inmersos en un juego cíclico de recorrer los estados
del miedo y la autoconfianza cuando ocurre una pelea;
es decir, una manifestación de violencia. Por ejemplo, se
demostró que el Esclavo no tuvo temor al denunciar al
serrano Cava, a pesar de que sabía que el Círculo y el Jag-
uar podían vengarse de él; también, se probó un caso con-
trario, el Jaguar se arrepintió de haber asesinado (adoptó
una postura disfórica de culpabilidad y necesidad de
cambiar).
Palabras clave:
identidad, alisis literario, violencia,
protagonista, personaje
1 Universidad Nacional Mayor de San
Marcos (UNMSM) Lima, Perú
tarmangani2008@outlook.com
DOI: http://dx.doi.org/10.24039/cv201862276
| Cátedra Villarreal | Lima, perú | V. 6 | N. 2 | 163- 174 | julio - diciembre | 2018 | issn 2310-4767 163
Jesús Miguel Delgado Del Aguila
Los críticos literarios Julio Roldán, Daniel
Castillo Durante, José Miguel Oviedo y Roland
Forgues muestran algunas ideas que sirven para
desarrollar esta sección; por ejemplo, argumen-
tan que Vargas Llosa criticaría las prácticas po-
líticas de su sociedad, por el hecho de que se
percibe la violencia de manera cercana, la cual
se encarga de esclavizar al hombre. Mas, no solo
ocurre este modo de apreciación, también nos
manifiesta la otra vertiente: la del libertinaje;
según Forgues (2001, p. 202), como oposición a
las creencias religiosas. Un libertino se forma
por el abuso de la libertad, es por ello que es pe-
culiar en él que recurra a burdeles, discotecas,
bares, entre otros. Finalmente, Forgues (2006, p.
55) sostiene que la violencia para los protago-
nistas sería parte de la superación de mismos,
puesto que, en la adolescencia, hay una preo-
cupación por la edad madura, los temas viriles,
la impotencia, la castración, la sexualidad, la
homosexualidad, la camaradería, la fidelidad al
grupo y la violencia en todos sus niveles. Sobre
estos argumentos, fundamentaré la concepción
del protagonista o el héroe de la novela en La
ciudad y los perros, para que después se con-
fronte con el tópico de la violencia y se observen
específicamente las modificaciones internas por
las que atraviesan los personajes.
Bujvald (1958, p. 53) plantea que el prota-
gonista es el portador (o los portadores) de la
acción central, quien recurre muchas veces a
personajes secundarios para que lo auxilien a
realizar ese acto fundamental. El héroe estaría
compuesto de elementos estéticos y caracteres
independientes; en consecuencia, le permite
desarrollar una cosmovisión totalmente parti-
cular, como también, de mismo. A este modo
de aprehensión, Bajtín (2003, p. 78) lo llama au-
toconciencia esta puede llegar a ser dominante
en la determinación de cualquier hombre. Re-
cién con este elemento, se nota una transferen-
cia por parte del autor, dirigida al héroe una
imagen estable y definida de él o el objeto de la
reflexión del mismo, su autoconciencia (Bajtín,
2003, p. 74): todas sus cualidades estables y ob-
jetivas, su tipicidad sociológica y caracteroló-
gica, sus hábitos, su mundo interior y hasta su
misma apariencia; por lo tanto, el héroe sería
la identificación del autor: se encontraría limi-
tado en su representación, a través de la fonolo-
gía (su forma de hablar y su cosmovisión).
Bajtín (2003, p. 13) sostiene que con los hé-
roes se polemiza, se aprende y se intenta mani-
festar sus puntos de vista hasta formar un siste-
ma acabado. Es fácil hallar los recursos por los
cuales se rige un héroe utópico, quien piensa
constantemente en ganar, asegurarse, compe-tir,
expresar sus sentimientos, ser aprobado por la
sociedad y poseer una buena autoestima. El
problema surge al mostrarse las vías para desa-
rrollar esas inquietudes morales. Por ejemplo, la
adolescencia es la edad de la autoafirmación de
la personalidad, proceso que se manifiesta
principalmente en actitudes. En el caso de La
ciudad y los perros, se nota que los alumnos del
Colegio Militar actúan con violencia, por-que
consideran que es un rasgo de hombría; muchas
veces, arriesgan su salud y su vida por
demostrar su virilidad. Sería esto, entonces, un
rasgo antagónico, ya que el héroe no necesita
emplear el mal, puesto que tiene el apoyo de la
sociedad, y esta lo acompaña; mientras que, si
fuera un antihéroe, se encontraría solo frente al
mundo. ¿Pero no son acaso las normas rígidas y
la violencia las imprescindibles para que uno se
haga hombre? Ricardo Ruiz Carbonell (2002, p.
164) argumentaba que muchas veces el mal-
trato físico se realiza como erróneo método co-
rrectivo de la conducta. No sería la agresión la
que restaura, sino la que arruinaría y la que hay
que condenar Gandhi afirmaba que para él no
existía ni una sola causa que justificara la vio-
lencia, a pesar de que se logren grandes victo-
rias. Otto Klineberg (Domenach, et al., 1981,
p. 128) también fundamenta que las distintas
investigaciones no apoyan la idea de que la vio-
lencia pueda solucionar cualquier conflicto, in-
cluso si se quiere combatir a esta misma.
Algunos factores de riesgo vistos en
sujetos que adoptan una posición de maltrato,
obser-vados en los principales personajes de
esta no-vela, son los siguientes:
Primero, se retoma la concepción de que el
aprendizaje y la creencia en que el castigo y la
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violencia son maneras adecuadas para educar y
aprender. Segundo, en el caso de los padres de
familia, predomina la convicción de que los
hijos les pertenecen: rol que les genera una
actitud de sobreprotección y derecho absolu-to
en función de ellos y su destino. Tercero, se
interpreta la conducta infantil como una pro-
vocación o un desafío a los adultos. Cuarto, se
presencian malos tratos y falta de afecto en la
niñez. Quinto, hay baja tolerancia a la frustra-
ción y expresiones inadecuadas de rabia. Sexto,
se evidencia la carencia o la deficitaria red de
apoyo social. Séptimo, es observable el males-
tar psicológico generalizado: infelicidad, sen-
timiento de inadecuación y baja autoestima.
Octavo, Doležel (1999, p. 165) especifica que un
vencedor podría poner a prueba su dominio
castigando al conquistado, hasta que llegue a su
aniquilación rasgo primordial para explicar la
muerte del Esclavo. Hannah Arendt (2008, p.
47) sostiene que, en la historia, la violencia
puede presentarse como una interrupción que no
logra siempre un cambio, aunque son los
rebeldes quienes creen que es el único medio
para lograr una transformación cualitativa en la
sociedad. Esto ya se puede percatar en la figura
del héroe, en la cual se aprecia algo de previsible
y revolucionario: actúa como un mediador de
una aventura política o un cuer-po social.
Similar al modo de actuar desligado de un
pensamiento manipulador del Estado. El mal, los
sufrimientos y los delitos, al ser repre-sentados,
se les estarían atribuyendo una fuerza liberadora
al añadir la violencia, se buscaría también la
libertad. No se trata de restaurar algo, ya que
la violencia no se puede superar si se recurre a
otro método violento. Aparecerá cuando el
poder esté en peligro; muchas veces, la violencia
lo desaparece o lo destruye, pero en ni un
momento es capaz de crearlo.
1. Las personalidades evolutivas
I. Construcción: este último triángulo je-
rárquico es el más importante de todos, ya que
abarca todas las categorías sobresalientes e
indispensables para la clasificación de las
identidades instauradas en la tríada protagó-
nica (el Jaguar, el Poeta y el Esclavo). Lo que
se pretende en esta oportunidad es reflexionar en
función del tratamiento que se le otorga a la
identidad en los personajes; es decir, ¿po-dría
hablarse de una identidad única en cada uno de
ellos o es posible tratar de observar una
personalidad evolutiva o trastocada? Amartya
Sen (2007, p. 65) postula que la identidad por la
que opta uno se puede adquirir, como también
ganar, aunque esta es alterable: un individuo
puede regirse bajo la personalidad que quie-ra,
sin necesidad de que exista un orden (una
identidad primera, segunda, tercera, etc.). Si se
toma la ubicación y la filiación de la identi-dad
como única, es indicio de que se trata de una
fundación de la violencia; por ejemplo, la
imposición de una identidad supuestamen-te
única es a menudo un componente básico del
“arte marcial”, el cual fomenta el enfrenta-
miento sectario. Cada individuo (Sen, 2007, p.
50) pertenece a muchos grupos distintos, en los
que cada una de estas colectividades brin-da
cierta relevancia importante a la identidad de
cada sujeto. Ciertamente, la clasificación vale
muy poco, pero la identidad no. Todos no somos
iguales; sin embargo, puede existir una armonía
ante la pluralidad de identidades al reconocerla.
La ilusión de una identidad única es mucho más
disgregadora que el universo de clasificaciones
plurales y diversas que caracte-rizan el mundo
en el que en realidad vivimos. La debilidad
descriptiva de la singularidad no elegida tiene el
efecto de empobrecer el poder y el alcance del
razonamiento social y político.
En La ciudad y los perros (1963) hay violen-
cia; por lo tanto, se piensa que existe un intento
constante de adquirir una identidad singular, a
pesar de que sea solo una fantasía y una ilusión.
La importancia de una identidad particular tan
solo dependerá del contexto social; además, se
hablaría de identidades opuestas y no opuestas
(Sen, 2007, p. 55) (al poseer o no caracterís-
ticas en su modo de ser). Con todo esto, pre-
domina un dinamismo en las identidades del
Jaguar, el Poeta y el Esclavo no son persona-
jes planos: no hay cambios ni complejidades;
por lo tanto, con ayuda de la historia del texto,
puede inferirse un avance, un desarrollo y una
evolución en las composiciones internas de los
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protagonistas. Sus identidades evolucionan: se
muestran como alegorías del proceso humano de
la violencia que connotan un determinado
comportamiento (quizá por la búsqueda de
madurez en esa adolescencia, la cual justificaría
la progresión de la violencia). Ahora, teniendo
en cuenta que estos cambios polares que sufren
los protagonistas son a causa de la violencia, se
cuestionaría lo siguiente: ¿qué es lo que de-
termina la violencia en los personajes para que
opten de un modo insatisfecho? En breves mo-
mentos, se intentará vincular algunas caracte-
rísticas, como la visión de mundo que adopta el
personaje (según los términos de Landows-ki, el
dandi, el camaleón y el oso), la edad, la
experiencia vivida, la forma de recepción ante
los medios sociales (aceptación o negación), la
personalidad que sirve para las interrelaciones
sociales (ya sea como líder o esclavo) y la ma-
nera en que la violencia invade al protagonista
(como agresor o víctima). Todas estas particu-
laridades se apreciarán en los tres rangos utópi-
cos que constituirían los protagonistas.
El primer rango lo compone el Jaguar, asu-
miendo que la identidad que conforma es la
cumbre de una personalidad moldeada por la
violencia, con la que la transgresión del orden, la
ley, los valores y las jerarquías han sido aboli-dos
por este individuo temerario. Con la llegada del
Jaguar al Colegio Militar Leoncio Prado, ter-mina
el abuso tradicional de los de quinto año hacia los
“perros”, como también, se obvia la práctica de
acciones desmoralizantes (robar, fu-mar, tomar
bebidas alcohólicas, faltar el respeto a las
autoridades, entre otras). Todas estas ca-
racterísticas regulan al tipo de sujeto que Lan-
dowski denominó el dandi, quien se caracteriza
por desligarse de un modelo impuesto por la
sociedad moderna para postular nuevas formas de
representación; con ello, se generaría el caos. Dos
particularidades que ayudan al Jaguar a
desenvolverse de manera efectiva son las de la
edad y la experiencia. Él es mayor en su sección,
por lo tanto, de él se tienen las expectativas de que
realice el primer o el último movimiento; de sus
acciones, dependerá el criterio que abor-de toda la
sección. El hecho de que posea más experiencia le
brinda la facilidad de que sepa
cómo dominar el área que se le presente, ya
sea para pelear o cumplir un acto inmoral.
Este personaje es aceptado en ese grupo
social escolar, porque cuenta con muchos
factores (en su mayoría, violentos) que otor-
gan seguridad a los cadetes internos del Co-
legio Militar Leoncio Prado. Por ese motivo,
este protagonista no tiene otra alternativa que
adoptar el rol de líder, pues su personalidad
fuerte y caracterizada de violencia hace que
otros rasgos secundarios, como el de ser más
estudioso o más honrado, no sean útiles para
destituir a esta entidad agresiva. El Jaguar
está compuesto plenamente de violencia,
tanto así que traspasa los límites de liderazgo:
es ya un criminal, una amenaza, la cual se ha
ido con-formando sincrónicamente por
descuido de la sociedad y su familia.
Esto lleva a referirme a lo planteado al ini-
cio, se trataría de una personalidad evolutiva, ya
que este personaje también fue tímido algu-na
vez (así como el Esclavo), puesto que conta-ba
con presencias que no simbolizaban la agre-
sividad, así como la convivencia con su madre
Domitila o el acompañamiento con Teresa;
posteriormente, será como el Poeta, quien está
descubriendo y poniendo en práctica nuevas
conductas (fornicar, alcoholizarse, incumplir y
violar normas), a la vez que sus contactos cam-
biarán (ya no será su madre la primordial, sino
que buscará la aceptación de un personaje que
simboliza una violencia mayor, la callejera: el
flaco Higueras, quien se encargará de introdu-
cirlo a lo delictivo y lo violento). Finalmente, el
Jaguar llega a la cúspide de su identidad: su
postura de agresor, dandi, violento y dominan-
te; teniendo en cuenta que, en una oportuni-dad,
se asimiló la idea de que los torturadores fueron,
en alguna ocasión, las víctimas o, en todo caso,
ellos al agredir estarían configuran-do, a la
larga, a un sujeto que sería el próximo violento
y destructor de los órdenes estableci-dos: tal
como lo argumentaba Bajtín (1998, p. 57): “El
otro es ante todo un yo-para-”.
El segundo estadio evolutivo lo constituye
Alberto Fernández (el Poeta). Él se compondría
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de la calificación de camaleón (por adaptarse
convencionalmente a las circunstancias), pos-
tura que le ayudaría a sobrevivir en determina-
dos momentos de violencia. Además, en rela-
ción con los cadetes de su sección, atraviesa por
una edad promedio entre los demás alumnos: no
es ni tan mayor (como el Jaguar) ni tan me-nor
(como el Esclavo). Sus experiencias vividas se
hallan limitadas, debido a que no ha tenido un
contacto directo con la violencia callejera, ni con
gente que circunda con prostitutas o alco-
hólicos; el Poeta es algo reservado, se restringe a
copiar el modelo de agresividad que observa en
el colegio (en especial, al imitar al Jaguar, el
más fuerte de todos en el Colegio Militar Leon-
cio Prado).
Es importante resaltar este punto en el per-
sonaje, ya que puede apreciarse lo que Lacan
(1999, p. 272) llama como la búsqueda de ser
otro o la alienación. Sin embargo, el Poeta posee
esa conducta, puesto que siente temor aún de
que vaya a ser tomado como objeto de burlas,
así como lo es el Esclavo; si bien este protago-
nista no es tratado con insultos constantemen-te,
se incluye por aceptación en ese círculo so-cial
algún error por su parte, como tolerar ser
agredido, supondría una rápida descalificación o
un descenso en el rango intermedio que ha al-
canzado. El Poeta se hace el desentendido con
lo que sucede y lo que hace.
Sobre este punto, Aristóteles (1990, p. 380)
precisa que los jóvenes prefieren lo bello a lo
conveniente, cometen las injusticias que se re-
fieren a la desmesura. Este sería un principal
motivo que generaría la supuesta anulación de
los buenos comportamientos, para que sean
justificados por los que clama la sociedad: los de
la violencia. Por lo tanto, él seguirá emplean-do
ese accionar agresivo para subsistir en ese medio
caótico e injusto, resaltando que la con-ciencia
en función de la situación le permitiría actuar
con cierta moderación para salir intacto en cada
conflicto. Finalmente, si se hace men-ción al
inicio de personalidades evolutivas, es porque el
Poeta atravesó anteriormente por un estadio
similar al del Esclavo; en uno de los diá-logos
que realiza Alberto Fernández con uno
de sus amigos miraflorinos, revela su pasada
timidez hacia las mujeres, como también, se
obvia el haber sabido pelear (conductas que se
asumen en el Esclavo). Solo se esperaría que el
Poeta llegara a ser como el Jaguar si es que la
violencia se toma como un factor que permite la
evolución de una personalidad, pues moti-vos
tiene, ya que él fue el primero de su sección que
le hizo afrenta físicamente, con la finalidad de
destituir y ridiculizar al Jaguar (intenciones que
solo podrían justificarse con el más agresi-vo de
ese colegio).
La tercera posición la conforma el perso-
naje Ricardo Arana (el Esclavo). En términos de
Landowski, este protagonista se distinguiría por
su posición de “oso” (el cual se definió an-
teriormente como aquel individuo que se apar-ta
de la configuración normal y demandante de la
sociedad moderna, para enajenarse y no
comprometerse con los problemas locales). El
hecho de que el Esclavo sea prácticamente el
menor de la sección, en confrontación con los
demás cadetes, le impide cualquier modo de
protesta, puesto que ante cualquier intento se
arriesga a ser agredido. Una limitación impor-
tante para su persona es que este protagonista
no cuenta con demasiada experiencia práctica:
no se conoce si ha tenido relaciones amorosas
con mujeres, se desvía la atención sobre sus
posibles conductas violentas y no sabe pelear;
esta restricción lo limita a desarrollarse como
ser humano libre; en consecuencia, es cons-
tantemente abatido y molestado por sus demás
compañeros, tanto así que sus opiniones no son
tomadas en cuenta (asume un rol de exclusión y
enajenación).
Aristóteles (1990, p. 314) menciona que el
desprecio consiste en la desvalorización acerca de
algo, motivo por el cual el Esclavo se exclui-ría
con la conciencia preconcebida de que la ra-zón de
su distanciamiento no es más que por la baja
autoestima que posee con respecto a los demás
cadetes. Al vivir apartado del grupo con el que
confronta obligatoriamente, la personali-dad que
se forma es la de un sumiso y un débil
Asimismo, Ricardo Ruiz Carbonell (2002, p. 30)
añade que los dependientes son depresivos y so-
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lamente podrían ejercen la violencia en el ám-
bito familiar. Ricardo Arana, al no adoptar esa
postura, se convertien una víctima frecuente
del abuso y la agresión (será una violencia com-
pensadora la que predomine en su persona, por-
que se ha sustituido la actividad productora de
un sujeto por la impotencia y la mutilación del
goce de vivir: un ser para la muerte). La priva-
ción sería el principal motor para que la víctima
desafíe las leyes y los reglamentos establecidos;
sin embargo, no necesariamente debe otorgar-
les la iniciativa, el coraje y la capacidad real de
hacer algo muy violento. Por ejemplo, el Escla-
vo actúa de manera correcta al realizar acciones
con sinceridad, como denunciar al ladrón del
examen de Química (en ni un momento adopta
una postura violenta, pero tiene la intención
de que se haga justicia inmediatamente, así trai-
cione a su sección, con la finalidad de lograr su
angustiada libertad). La evolución con en torno
a este personaje apenas puede detectarse (nun-
ca impuso un respeto hacia los demás cadetes:
se dejó robar, insultar y golpear; tampoco llegó
a conocer el modo de conquistar a una chica ni
aprendió a pelear; peor aún, no tuvo concien-cia
de la forma violenta que le convenía adoptar
para sobrevivir en el Colegio Militar). En cam-
bio, como ya señalé anteriormente, el Poeta y el
Jaguar partirían de esta identidad, aunque por
poco tiempo y sin ser aludida durante un largo
período en el texto.
Bottiroli (2004, p. 7) distingue que el caos
no surge del distanciamiento, sino de un exce-
so de cercanía; pero también una persona me-
nos violenta y menos dominadora puede con-
vertirse en un agresor en ambos sentidos, si es
expuesta con bastante intensidad a la violencia
directa o estructural. Es lo que provocaría en los
protagonistas una alteración de identidad
asumiendo lo que ya mencionaba Amartya Sen,
con respecto al error de clasificar a los su-jetos
como poseedores de identidades particu-lares,
únicas e invariables.
Según Eisler (1999, p. 164), los seres hu-
manos cuentan con un potencial de maldad,
como también, de ética; su naturaleza es tanto
creativa como destructiva; al ser tan opuestas y
variables estas clasificaciones, la vida se ve
afectada por los persistentes procesos de iden-
tidad, por los que los humanos tienden a hacer
constantes resistencias para no ser cataloga-dos
como sujetos que suponen desconocer o
rechazan. Para el caso de la novela, el Jaguar se
arrepiente al final de ser un asesino: quie-re
cambiar su vida por otra más responsable y llena
de valores; el Poeta desea ser como el Ja-guar en
una instancia determinada de su vida, lo imita;
el Esclavo, anhela conquistar a Tere-sa,
pretende conseguir su libertad al rechazar toda
formación militar. Estos cambios surgen por la
ingratitud de ser quienes son, ya que lo que
pretenden conseguir se desliga de la per-
sonalidad que articulan imperfectamente en cada
etapa señalada. Esta alteración se expli-cará
luego del gráfico del triángulo jerárquico de las
personalidades evolutivas. (Figura 1)
Figura 1. Personalidades evolutivas
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Alteridad identitaria en los protagonistas de La ciudad y los perros (1963): ¿héroe o antihéroe?
II. Alteración: son tres identidades que
adoptan los protagonistas para desarrollarse
como mejor les conviene (¿el Jaguar, el Poeta
y el Esclavo serían camaleones? O ¿se trataría
de una sola identidad que se conforma con las
tres posturas de violencia graficadas en el
triángulo?). Con la alteración observada desde
la posición superior o inferior, la adopción por
una identidad se introduce en una mecánica
dialéctica y cíclica en términos lacanianos, se
plantearía una dialéctica con las categorías de
frustración-agresión-regresión (Lacan, 2006,
p. 63), en las que la calificación y la
descalificación serían importantes para suge-
rir la nueva personalidad que el protagonista
incluirá para sí, con la diferencia de que su
apropiación y su desenvolvimiento serán cada
vez más reforzados: su intensidad aumentará.
La voluntad para adquirir lo que uno quiere es
violencia, debido a que se niega una pos-tura
actual por insatisfacción, con la finalidad de
trasladarla a otra utópica. Ante todo, ello, ¿por
qué el constante cambio de identidad? La
violencia sería la culpable, el elemento que se
vincula más con la destrucción; se encargaría
de obstaculizar la autorrealización humana.
Podría considerarse también lo que indica
Marshall Berman (1999, p. 88), al indicar que
los procesos, los poderes, las expresiones de la
vida y la energía humanas (hombres que tra-
bajan, se mueven, se cultivan, se comunican,
se organizan y se reorganizan) serían los nue-
vos y los modos infinitamente renovados de
actividad que la burguesía ha hecho nacer.
2. La búsqueda de hombría
I. Construcción: no basta ser hombre den-
tro de una sociedad por el hecho de poseer el
órgano sexual masculino, debido a que existe
una serie de criterios que deben ser cumplidos
para que alguien se clasifique como tal, en ma-
yor o menor intensidad. Aristóteles (1990, p.
390) sostenía que eran más varoniles los más
poderosos, puesto que son ellos los que ansían
más honores que los ricos la posición so-
cioeconómica no limitaría la adquisición de esta
distinción. De la misma manera, Sartre
(Arendt, 2008, p. 50), quien argumentaba que
un hombre se siente más como tal cuando se
impone a mismo y convierte a otros en ins-
trumentos de su voluntad, lo que le proporcio-
na, a la vez, incomparable placer. Es por ello
que, en el Colegio Militar Leoncio Prado, se
sigue una lógica de convivencia para alcanzar
posiciones respetables y seguras. En un diálo-go
que tiene el Jaguar, él comenta lo siguiente: “En
el colegio todos friegan a todos, el que se deja
se arruina. No es mi culpa. Si a mí no me joden
es porque soy más hombre. No es mi culpa
(Vargas Llosa, 2012, p. 398). El Jaguar y
quienes practican la violencia se sienten más
hombres al actuar con esa orientación mal fun-
dada. Requieren de la necesidad de abusar de
los otros cadetes por medio de bautizos, agre-
siones sin motivos o riñas. Estas acciones las
realizan mediante puñetes, patadas y órdenes
informales como nadar de espaldas en una
cancha de fútbol, ser masacrados, hacer una
serie interminable de ejercicios, pelear contra
otros cadetes simulando ser perros, tender las
camas de los de cuarto, sacar lustre a los boti-
nes de toda la sección o masturbarse delante de
ellos. Asimismo, predominan otros actos,
como el de tirar contra, fumar, alcoholizarse y
robar. Estos últimos se distinguen por faltar al
cumplimiento del orden y la ley, a la vez que se
asemejan a todos los otros patrones de violen-
cia irreprimible por los cadetes. Este modo de
percibir la realidad, que configuraría al indivi-
duo como más hombre, constituiría la prime-ra
etapa que se introduce en esta jerarquía, en la
que la violencia es signo de virilidad.
La segunda instancia se construiría por
una violencia empleada en ocasiones, debido
a que su uso se justificaría por motivos graví-
simos (atentar contra la vida, la sobrevivencia
y la autoestima); esta es provocada por el me-
dio social o las circunstancias en esta clasifi-
cación, se encontraría el Poeta, ya que él ne-
cesariamente debe combatir con otros chicos
para no ser tomado como referente de todas
las burlas.
Finalmente, se halla el último rango, en el
que la violencia desaparece y conforma la ca-
lificación de menos hombre, especialmente
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Jesús Miguel Delgado Del Aguila
para quienes no participan de un medio vio-
lento: lo rechazan o se dejan someter por él,
puesto que la víctima siente mucho temor un
notorio ejemplo de este momento es el rela-
cionado con el Esclavo. Se argumentaba que
estos rangos presentados se erigían por
posi-ciones y niveles de intensidad, pero
también poseían una alteración esta se
explicará lue-go de la mención estructurada
del triángulo jerárquico. (Figura 2)
Figura 2. Búsqueda de hombría
II. Alteración: se planteó en otros trata-
mientos de triángulos jerárquicos que la mo-
dificación de conductas y aptitudes circulaba
por una mecánica de ida y vuelta de aprehen-
siones y liberaciones, la cual era visible de for-
ma constante. Asimismo, este procedimien-to
permitía clasificar esta desestructuración como
propicia del propio crecimiento huma-no en
función de su propia y normal evolu-ción
personal. El Esclavo, en la novela, busca ser
hombre al anhelar su libertad y acusar al serrano
Cava; el Poeta lo conseguirá al pelear contra el
Jaguar; y el Jaguar lo logrará impo-niéndose
ante todo el colegio con su violen-cia
característica y privilegiada. Pero, ¿no es una
alteración observar al Jaguar enamorado de
Teresa, callado cuando lo llaman soplón y
afectado al ser expulsado el serrano Cava? Son
momentos por los que atraviesa el prota-gonista,
en los que explícitamente se aprecia el descenso
espontáneo de su violencia. Por otro lado, ¿sería
realmente la violencia la que determinaría quién
es más y menos hombre? El Poeta no necesita
agredir física y psicoló-gicamente a sus amigos
que no pertenecen al Colegio Militar Leoncio
Prado para ser más
hombre; todos los son al mismo nivel y no
hay pretexto que justifique la violencia entre
esos muchachos miraflorinos. En cambio, al
Escla-vo le faltó demostrar con más acciones
agresi-vas que él se hacía valer como hombre.
3. Los regímenes de sentido
I. Construcción: en este triángulo, se ob-
serva cómo los sujetos emplean la manipula-
ción, la programación, el ajuste y el accidente
según sus cualidades internas. En la etapa su-
perior, el régimen de la manipulación está a
cargo del Jaguar; él es quien podrá dominar a la
mayoría de los cadetes, debido a que posee un
índice mayor de violencia. En un segun-do
momento, que les pertenece a la progra-mación
y el ajuste, se halla el Poeta, quien ha recurrido
a artimañas convencionales para introducirse
camaleónicamente a un universo violento.
Finalmente, en la última posición, se encuentra
el régimen de sentido del acci-dente, en el que
se posicionaría el Esclavo, por su falta de acción
y su tolerancia implícita de acciones violentas
ajenas a él para Eric Lan-dowski (2009, p. 71),
el accidente se ocasiona-
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Alteridad identitaria en los protagonistas de La ciudad y los perros (1963): ¿héroe o antihéroe?
ría cuando un proceso de programación, ma-
nipulación o ajuste saliera mal; en todo caso,
Ricardo Arana sería un fracaso azaroso que
permite resultados buenos o malos por par-te
de sus agresores. Con todo ello, ¿podría
plantearse que el accidente, al desconocerse,
tendría resultados distintos y estos, a su vez,
desestructurarían los otros regímenes de sen-
tido? Sobre este punto, se tratará luego de la
inserción del gráfico. (Figura 3)
Figura 3. Regímenes de sentido
II. Alteración: al igual que en los demás
triángulos jerárquicos, la violencia es un fac-
tor determinante para provocar en las perso-
nas una transformación a corto o largo plazo.
La alteración, en relación con los regímenes
de sentido, se aprecia con el dinamismo cons-
tante de los personajes: la tríada protagónica
no permanece constante cuando se halla en un
accidente (sufrimiento por la pérdida o el
distanciamiento de una amistad, como tam-
bién el aislamiento); rápidamente, mediante la
violencia, logrará recuperarse y sobreponerse
de su situación anterior (vengarse, acusar o al-
canzar la libertad).
4. La victimización (dominación-sumisión)
I. Construcción: la estructura que sur-ge
de este triángulo jerárquico se establece a
partir de las relaciones disímiles de poder y
control interpersonales entre victimario y
víctima por estos términos, se entienden las
relaciones implícitas y explícitas que se crean
también entre amo-esclavo y dominante-do-
minado. La manera como estas se hacen pa-
tentes muestra dialécticamente la práctica o el
proceso natural de socialización, por el que se
instaura la utopía de querer apoderarse del
deseo, inalcanzable y variable, del Otro.
En el primer rango, se halla el victimario,
quien es el que comete violaciones contra el
orden y las leyes establecidos. Además, él
cuenta con la cualidad de manipular y domi-
nar a personas que tienen una personalidad
más sumisa y débil, a quienes ejerce el poder
constantemente, para evidenciar señales de
que el mando está por encima de todo Han-
nah Arendt (2008, p. 60) argumenta que el
poder, la potencia, la fuerza, la autoridad y la
violencia no serían más que palabras para
indicar los medios por los que un hombre
domina a otro; se emplean como sinónimos,
puesto que poseerían la misma función. Con
la producción simbólica, según Bour-dieu
(2000, p. 69), se demarcarán los límites de la
jerarquización (mientras más dolor sien-ta el
dominado o la víctima, mejor será para la
configuración del dominante o el agresor;
recuérdese que el Jaguar recurre a configurar
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Jesús Miguel Delgado Del Aguila
su personalidad por medio del empleo de una
violencia renovadora: derrotar a los cadetes
del quinto año, acción temerosa e impensable
para ellos). Asimismo, el hecho de legitimar
la violencia como un medio de dominación
ser-viría para regir las interrelaciones
sociales: es lo que Max Weber (Arendt, 2008,
p. 49) recal-ca sobre este mecanismo. Por lo
tanto, no se trata del sujeto en sí, sino de la
categoría que está impuesta en la jerarquía: el
orden sería aquel imperativo categórico que
rige la socie-dad; como también, la ciencia
con respecto a los estudios humanos.
El segundo rango se caracteriza por evi-
denciar a un tipo de sujeto que se vincula con
las funciones de victimario y víctima, con la
diferencia de que él posee una conciencia que lo
obliga a actuar del modo convencional que más
le parezca. Se trata de una postura cama-
leónica, con la que la práctica de la maldad se
justifica por exigencias que le impone la socie-
dad, más el individuo, a pesar de esta dificul-
tad, no deja de emprender una práctica ética-
mente correcta. Sabe en qué se basa una buena
moral, pero también no prescinde de las ac-
ciones negativas que le permitirán tener un
lugar en un grupo violento. En este rango, se
halla el Poeta, evidentemente; el Jaguar no po-
dría estar allí, porque él alteraría lo propuesto
por Riane Eisler (1999, p. 40), quien sostiene
que es distinto reconocer y hasta practicar el
lado destructivo de la naturaleza mediante ac-
tos injustos y agresivos; mientras que, por otro
lado, es diferente organizar una sociedad que
institucionalice la violencia y el abuso, a la vez
que los vincule con procesos de socialización
específicos de género, con la finalidad de man-
tener jerarquías rígidas de dominio el Jaguar,
no satisfecho de la derrota provocada hacia los
alumnos del quinto año, forma el Círculo, con
la intención de difundir el terror y las prác-
ticas violentas en el Colegio Militar. Algo
más que caracteriza a quien esté insertado en
este rango es que su conducta estará afianza-
da por él mismo, hasta el punto de llegar a la
terquedad. Y cuando predomina este factor,
ya hay presencia de un mal gravísimo, tal
como lo señala Jaime Balmes (1946, p. 242),
quien piensa que la terquedad conduce al
sujeto a desechar los consejos ajenos, los
cuales aferra en su propio dictamen y su
propia resolución, contra las consideraciones
de prudencia y jus-ticia. El Poeta mantiene
una identidad estable, de todas maneras: no es
tomado como objeto de burlas ni tampoco
infunde el terror en los demás cadetes.
Finalmente, en el último estadio, se en-
cuentra la víctima. Asimismo, esta es caracte-
rizada por su rol de dominado, esclavo y hasta
de masoquista. La conducta adquirida en este
sujeto se justifica por una razón que señala
Gandhi (2012), quien se pone en la supuesta
conciencia de la víctima al decir lo siguiente:
“Si yo no puedo tener nada que ver con la vio-
lencia organizada del Gobierno, aún mucho
menos tendré que ver con la desorganizada
violencia del pueblo. Preferiría que entre am-
bos me aplastaran(p. 9). En términos laca-
nianos, el amo se aprovecharía de la frustra-
ción del esclavo para aumentar su saber cómo
dominante. Ricardo Arana, en la novela, es un
símbolo de que aún predomina la violencia,
hasta por diversión de los cadetes, y no por
necesidad.
Estos tres estadios por los que la
victimi-zación se articula dependen
también de la al-teración que surge desde
el grado inferior, tal como se demostrará y
se explicará luego. (Fi-gura 4)
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Figura 4. Victimización
II. Alteración: en el triángulo jerárquico de
victimización, se aprecia el recorrido inver-so de
pasar de víctima a victimario. Norbert Elías
(1987, p. 384) plantea que una victoria implica,
antes o después, la contraposición y el
enfrentamiento con un rival más importante.
Luego de ese acontecimiento, se alcanza una
posición de engrandecimiento entre los rivales
próximos y la reducción de estos a una situa-
ción de dependencia mayor (destrucción) o
menor (sometimiento o respeto) la ganan-cia
de uno es aquí la pérdida del otro. Esta
mecánica de enaltecimiento y hundimiento
(ascenso-descenso o acierto-desacierto) se
repetirá constantemente, hasta visualizar una
evolución (lenta o rápida), dirigida a instaurar
un nuevo orden social. El hecho de que el Es-
clavo y el Poeta revelen la verdad a las autori-
dades implica ya un intento de modificar el or-
den establecido por la violencia de los cadetes.
Conclusiones
Con esta investigación, se comprueba que
los personajes de La ciudad y los perros atra-
viesan por procesos ilusorios, por los cuales
ellos piensan que están creciendo o desarro-
llándose como individuos de bien; sin embar-
go, aquello es un falseamiento, debido a que
se presentan obstáculos: el recorrido parece
ser ascendente; no obstante, se convierte en
un eterno retorno. La víctima se transforma-rá
en victimario, pero no asegura que vuelva a ser
el agredido: lo mismo ocurrirá con quien lucha
por obtener su virilidad como represen-tación
ante un medio caótico. Estos recorridos cíclicos
o interminables muestran que las je-rarquías y
las estructuras que se plantean estos alumnos
del Colegio Militar Leoncio Prado se
desestabilizan fácilmente por la naturaleza de la
violencia, que de por no tiene una organi-
zación y un modelo preexistente.
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