1912: cuando un marqués aTravesó Los andes José de La riva-agüero
literato, en un romántico escritor de notas
de viaje. No José Santos Chocano, no José
María Eguren, no Ventura García Calderón:
un es-critor más o menos chiquito.
Hay que saber que Porras con la losa del
sepulcro no creía estar haciéndole un mal; al
contrario, creía calmaba la malicia y la cruel-
dad de los enemigos de José, unos intelec-
tuales liberales y de tendencia socialista que la
generación siguiente había gestado, y cuyo
resentimiento marcaría en la imitación tanto
sus propias trayectorias; se trata del publicis-
ta Luis Alberto Sánchez y el historiador Jorge
Basadre. Ambos odiaron, cada uno a su modo,
tanto el significado social como incluso a José
mismo, precisamente por no haber sido en
vida ni chiquito ni literato. Sánchez y
Basadre, además, eran muy cercanos. Ambos
infatiga-bles negadores de todo lo que en
1912 había hecho de José un personaje de
interés para la gente de París. Quizá diga algo
al lector saber que ambos eran también
amigos de Jorge Gui-llermo Leguía.
Es triste comprender que el mismo joven
cuyas travesías en los Andes conmovían al
mundo pasó a ser en 1955 un literato de plu-ma
feliz, aunque de segundo orden. Pero este de
1955 no es quien fuera incluido por la con-desa
Pardo Bazán como editor y autor en la
Enciclopedia Universal de Escritores Famosos,
junto a Unamuno y Menéndez y Pelayo. Y no se
publicitaba con interés en París los detalles de
su viaje por consideraciones literarias, que ni al
propio José le interesaban gran cosa ni en las
que tenía planeado incursionar, sino por la obra
que, antes de 1955, era inseparable de su
recuerdo y hoy hemos olvidado, como Porras
muy bien debía saber. Basadre y Sánchez lo
acusaron, cada uno a su manera, de escritor
mediocre, de mal sociólogo, de pésimo his-
toriador, de político fracasado, ridículo en su
porte obeso de aristócrata y título de Castilla,
detalle nobiliario que a los antedichos movía a
la ironía o la risa. Es natural: no era ninguno de
los dos ni de su bando ni de su clase (Basa-dre,
1944; Sánchez, 1963, 1985; González-Vi-
gil, 1985). En 1955 Porras, de buena fe, corri-
gió el entuerto de la malsana fama de fracaso
y ridiculez monárquica haciendo del mediocre
sociólogo inventado por Basadre un algo no
mucho más talentoso escritor de viajes.
Como habrá ya notado el lector, Riva-
Agüe-ro no fue ni se consideró él mismo un
literato, sino un pensador social. Antes que
nada fue un intelectual integral, que como
todos dos de su tipo, se afana en la utilidad
política de sus conocimientos; esto para él
significaba lo mismo que ser un pensador de la
nacionali-dad, una nacionalidad concreta que
en 1912 deseaba conocer cara a cara. No se
internó al Perú como un viajero curioso, sino
como un sociólogo o un filósofo. Fue en
calidad de tal, de sociólogo y pensador que sus
viajes y sus actividades, en las primeras
décadas del siglo XX, despertaban interés
internacional. Y esto coincide con una intensa
vida universitaria, con una entrega devota a la
Universidad de San Marcos, que es así el
contexto y la fuente, tanto de la dirección de
sus obras, como de su fragua y acogida. San
Marcos es el horizonte desde donde hay que
reconocer su interés y valor histórico.
Riva-Agüero nació en 1885, y extendió su
existencia, intensa y grandiosa por etapas, hasta
1944. Son escasas las biografías al uso, que lo
suman a la multitud con la que, como
aristócrata, nunca quiso asociarse; son raras las
que puede citarse y que despierten en sí mismas
algún interés (Alarco, 1951; Bobadilla, 2007;
De la Puente, 1955, 2008; Jiménez-Bor-ja,
1966; Rivera, 2009). Fue el primer pensa-dor de
la identidad nacional (Peña, 1987), un tema
transversal en los debates sociales e ideológicos
de la política del siglo XX. Pensó el Perú como
una nación cuya identidad se hallaba formada y
que, por diversos motivos que examinaremos
brevemente después, con-sideraba en riesgo. Y
ese interés por el Perú, que era también un
compromiso político, se transformó en
fascinantes obras de interpreta-ción social,
fundamentalmente, como parte de su carrera en
San Marcos. Queremos recordar
| cáTedra viLLarreaL | v. 6 | no. 1 | enero -Junio | 2018 | 21