La acción de las ambulancias de la Cruz
Roja peruana y boliviana en la Batalla del
Alto de la Alianza, 26 de mayo de 1880
The action of the ambulances of the Peruvian and Bolivian Red
Cross in the battle of Alto de la Alianza, May 26, 1880
Recibido: 10 octubre de 2017 | Revisado: 22 noviembre de 2017 | Aceptado: 12 diciembre de 2017
Aramis López Chang1
Ab s t r ac t
It is noticed the intervention of the civilian ambulances of the
Peruvian Red Cross and its equivalent military Bolivian in the vi-
cinity of the city of Tacna in May 1880 and its participation in the
Battle of the Alto de la Alianza (May 26) in the context of the Pa-
cific War1879-1884. It is specified the origins of these ambulances
and reveals the direct and humanitarian intervention deployed
by these institutions to lessen the ravages of war. It shows the ad-
hesion of the tree countries at war to the Geneva Convention of
1864 and 1868; as well as the violation of this agreement by some
Chilean troops to the detriment of doctors, surgeons, practitioners
and injured that were in the Peruvian and Bolivian ambulances
during the development of the battle. It points out some efforts of
the Chilean officiality to avoid this violation to the wounded and
allied doctors. We start from the promise that one of the aspects
less studied in the war of 1879, is the contribution and action of
the Peruvian, Chilean or Bolivian civil society in front of this.
Key words:
War of the Pacific, South Campaign, Red Cross,
Medicine, Humanitarianism, Battle of Alto de la Alianza, Peru,
Bolivia, Chile
Re s u m e n
Se identifica la intervención de las ambulancias civiles de la Cruz
Roja peruana y de su equivalente militar boliviana en las inmedia-
ciones de la ciudad de Tacna en mayo de 1880 y su participación
en la batalla del Alto de la Alianza (26 de mayo) en el contexto de
la Guerra del Pacífico 1879-1884. Se precisa los orígenes de estas
ambulancias y revela la intervención directa y humanitaria que
desplegaron estas instituciones en aminorar los estragos de la gue-
rra. Se muestra la adhesión de los tres países en guerra al Conve-
nio de Ginebra de 1864 y 1868; así como la vulneración a dicho
convenio por parte de algunas tropas chilenas en perjuicio de los
médicos, cirujanos, practicantes y heridos que se encontraban en
las ambulancias peruanas y bolivianas durante el desarrollo de la
batalla. Se señala algunos esfuerzos de la oficialidad
chilena por
evitar esta vulneración a los heridos y médicos aliados. Partimos
de la premisa que uno de los aspectos menos estudiados en la gue-
rra de 1879, es el aporte y accionar de la sociedad civil peruana,
chilena o boliviana frente a este.
Palabras clave:
Guerra del Pacífico, Campaña del Sur, Cruz
1 Universidad Nacional Federico Villarreal,
Perú
Roja, medicina, humanitarismo, batalla del Alto de la Alianza,
E-mail: aramislopez1497@hotmail.com
Perú, Bolivia, Chile
http:// dx.doi.org/10.24039/cv201752212
| Cátedra Villarreal | Lima, perú | V. 5 | N. 2 | 173-194 | julio-diciembre | 2017 | issn 2310-4767
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Aramis López Chang
Introducción
En el primer número de “La Crónica -
dica del 31 de enero de 1884, un año después
de suscrito el Tratado de Ancón que daba por
finalizada la Guerra con Chile, Manuel Anto-nio
Muñiz escribió un artículo titulado “Un
recuerdo en el cual, el mencionado Muñiz,
quien participó en el conflicto en calidad de
médico de las ambulancias peruanas, señaló que
morir luchando por la Patria y con el ar-dor
rabioso del combatiente era un sacrificio
laudable y generoso pero morir al enjuagar la
sangre y el llanto del herido, al salvar una,
muchas vidas, permaneciendo sereno entre el
estampido horrendo del cañón, morir entonces,
es un sacrificio doblemente heroico”.
En efecto, la entrega y humanitarismo que se
desglosa de las líneas escritas por Muñiz, las
podemos ver reflejadas en el accionar de las
ambulancias civiles de la Cruz Roja peruana y
de su equivalente militar boliviana durante las
primeras acciones de rigor militar en el
conflicto. Y es que estas instituciones supieron
mitigar los estragos que dejaba la guerra en su
dinámica destructiva en los campos de batalla.
De este modo, cientos de heridos peruanos,
bolivianos y chilenos fueron cobijados y aten-
didos bajo el pendón de la Cruz Roja.
Así, la historia de la Guerra del Pacífico que
enfrentó a Chile contra el Perú y Bolivia entre
1879 y 1883 ha sido abordada desde diferentes
temáticas, la mayoría relacionada a la conduc-
ción político-militar de la guerra, las batallas, el
estado de los ejércitos, las generaciones, los
grupos sociales, la economía, la biografía de los
héroes, entre otros derivados de la historia
militar, social, política y económica. Por ello, a
través de la historiografía peruana, chilena y
boliviana podemos conocer el contexto de la
publicación de trabajos, los temas, las orienta-
ciones teóricas y los discursos que se crean en
torno al conflicto. Esta investigación parte de la
premisa que cada época y cada generación tiene
sus propias maneras de “hacer historia” y
reflexionar sobre aquellos temas que suelen ser
considerados claves en los procesos históricos.
Asimismo, el conflicto bélico de 1879 es
paradigmático en la historiografía del Perú
republicano ya que se cuenta con una ingen-te
cantidad de trabajos sobre diferentes aristas de
la guerra, tanto de carácter general como
específico. No obstante, la perspectiva de las
organizaciones civiles que tuvieron implican-
cia en la guerra ha sido desplazada del análisis
histórico. Sin embargo, testimonios del accio-
nar de instituciones como la Cruz Roja perua-
na y boliviana nos demuestran que la civilidad
de dichas naciones también aportó de una u
otra manera en el desarrollo de la guerra, en
este caso específico, con el fin de aminorar sus
estragos. Todo esto a través de la curación y
protección de los heridos sin distinción de
nacionalidad y amparados en la neutralidad de
su institución y los postulados de la Con-
vención de Ginebra de 1864 y 1868, a la cual
estaban adheridos los tres países en conflicto.
Resultaba pues necesaria, una investiga-
ción que aporte mayores datos sobre la pre-
sencia de estas instituciones y su contingente
humano durante la guerra, enmarcados en este
caso, en la batalla del Alto de la Alianza del
26 de mayo de 1880. Así como de la vul-
neración a la neutralidad de estas institucio-
nes humanitarias por parte de algunas tropas
chilenas en perjuicio de los heridos y médicos
que se encontraban en las ambulancias aliadas
durante el desarrollo de la batalla. Finalmen-
te, este trabajo busca resaltar la abnegación y
desprendimiento de la civilidad peruana y bo-
liviana por mitigar los estragos de la infausta
guerra. Sin embargo, no se puede negar que:
La derrota frente a Chile fue el peor re-
vés que sufrió nuestro país luego de su
destructiva guerra por la independen-
cia (…) las bases económicas, políticas,
ideológicas e incluso geográficas del
sueño republicano fueron erradicadas
violentamente por la secuela de des-
trucción física y moral que dejó la gue-
rra. (Mc Evoy, 1997: p. 252)
En suma, buscamos respuesta a una cues-
tión principal, ¿Cómo fue el accionar de los
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
miembros de la Cruz Roja peruana y
boliviana en la batalla del Alto de la
Alianza del 26 de mayo de 1880?
Para responder a esta pregunta general
buscamos información que nos diera respues-
ta a las siguientes preguntas específicas:
- ¿Cuáles eran los planteamientos de la
Convención de Ginebra de 1864 y
1868 al cual estaban adheridos los tres
países en guerra, Perú, Bolivia y Chile?
- ¿Cuáles fueron los orígenes de las
ambulan-cias civiles de la Cruz Roja
peruana antes de la batalla del Alto de
la Alianza del 26 de mayo de 1880?
- ¿Cómo fue el accionar de las
ambulancias Ci-viles de la Cruz Roja
peruana durante la bata-lla del Alto de
la Alianza del 26 de mayo de 1880?
- ¿Cuáles son los orígenes del Servicio de
Ambulancias Militares de la Cruz Roja
boliviana antes de la batalla del Alto de
la Alianza del 26 de mayo de 1880?
- ¿Cómo fue el accionar del Servicio de
Am-bulancias Militares de la Cruz Roja
boliviana durante la batalla del Alto de la
Alianza del 26 de mayo de 1880?
- ¿Cómo fue la vulneración de la neutralidad
de las ambulancias civiles y militares de la
Cruz Roja peruana y boliviana por parte de
algunas tropas chilenas durante la batalla del
Alto de la Alianza del 26 de mayo del 1880?
- ¿Hubo esfuerzos de la oficialidad chilena
por evitar la vulneración a médicos y
heridos pre-sentes en las ambulancias
civiles y militares de la Cruz Roja peruana
y boliviana durante la batalla del Alto de la
Alianza del 26 de mayo de 1880?
Esta búsqueda pretende situar en su real
dimensión a instituciones sanitarias y su
con-tingente humano durante el transcurso
del conflicto. La Guerra del Pacífico fue
uno de los conflictos bélicos
sudamericanos más im-portantes del siglo
XIX que reconfiguró la de-marcación
territorial de los tres países involu-crados.
A nivel teórico, se plantea una revisión ri-
gurosa de la aún incipiente historia de la sa-
nidad militar en el Perú; buscando rescatar a
través de los testimonios de los sujetos histó-
ricos, hombres y mujeres que con un brazale-
te blanco con una cruz roja, desplegaron una
labor humanitaria. En el plano metodológico,
supone una relectura de las fuentes, que ten-
gan en cuenta el accionar de las ambulancias y
su contingente humano. Ello implica, ampliar
el horizonte de la historia de este conflicto e ir
más allá del discurso oficialista que resalta los
procesos y destacados personajes militares,
dejando en un segundo plano y prácticamente
invisibilizada la participación de la sociedad
civil en el conflicto.
Bajo estos preceptos, se busca mostrar la
participación de los médicos peruanos y bo-
livianos de las ambulancias civiles y militares
presentes en Tacna. Resaltamos que este enfo-
que no está circunscrito al límite estrictamen-
te nacional, que a su vez impediría un análisis
global de una guerra de carácter trinacional:
Perú, Bolivia y Chile respectivamente.
Una versión preliminar de la presente in-
vestigación se encuentra publicada en la Re-
vista de Historia Republicana y Humanidades
MOTVS, con el título “En la línea de fuego:
La Cruz Roja peruana y boliviana en la
Batalla del Alto de la Alianza, 26 de mayo de
1880, Año I -Número 1(1), pp.185-208.
Nuestro objetivo de estudio fue explicar
el accionar de los miembros de las
ambulancias civiles y militares de la Cruz
Roja peruana y boliviana. Para lograrlo,
previamente intenta-mos alcanzar los
siguientes objetivos especí-ficos:
- Establecer cuáles eran los planteamientos
de la Convención de Ginebra de 1864 y
1868 al cual estaban suscritos los tres
paí-ses en guerra, Perú, Bolivia y Chile.
- Precisar los orígenes de las
Ambulancias Civiles de la Cruz Roja
peruana antes de la batalla del Alto de
la Alianza, (del) 26 de mayo de 1880.
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Aramis López Chang
- Identificar el accionar de las
Ambulancias Civiles de la Cruz Roja
peruana durante la batalla del Alto de
la Alianza, (el) 26 de mayo de 1880.
- Determinar los orígenes del Servicio de
Ambulancias Militares de la Cruz Roja
boliviana antes de la batalla del Alto de
la Alianza, (el) 26 de mayo de 1880.
- Reconocer el accionar del Servicio de
Ambulancias Militares de la Cruz Roja
boliviana durante la batalla del Alto de
la Alianza, (el) 26 de mayo de 1880.
- Identificar la vulneración a la
neutralidad de las ambulancias civiles
y militares de la Cruz Roja peruana y
boliviana por parte de algunas tropas
chilenas durante la ba-talla del Alto
de la Alianza, el 26 de mayo de 1880.
- Puntualizar los esfuerzos de la
oficialidad chilena por evitar la
vulneración a médi-cos y heridos
presentes en las ambulan-cias civiles y
militares de la Cruz Roja peruana y
boliviana durante la batalla del Alto de
la Alianza del 26 de mayo de 1880.
Materiales y Métodos
Se realizó un estudio crítico del “Sumario
seguido por el Presidente de la Junta Central de
Ambulancias Civiles de la Cruz Roja del Perú
para investigar las violaciones del Convenio de
Jinebra que se dicen cometidas por el ejército
de Chile en las ciudades de Tacna y Arica
conte-nido en el tomo III de la recopilación
docu-mental de Pascual Ahumada Moreno
(1884), comparándolo con información del
“Informe histórico del servicio prestado por el
cuerpo de ambulancias del ejército boliviano
presenta-do por el doctor Zenon Dalence (1881).
Del mismo modo, con testimonios de soldados y
oficiales del Perú, Bolivia y Chile, así como de
testigos directos u observadores militares de
dicho acontecimiento.
A fin de datar mejor nuestro marco teóri-
co se consultó la información historiográfica
existente sobre la conformación de las
ambu-lancias civiles y militares de la Cruz
Roja en el Perú y Bolivia, de la suscripción
al Convenio de Ginebra en 1864 y 1868,
además de infor-mación sobre la batalla del
Alto de la Alianza, el 26 de mayo de 1880.
Los procedimientos de análisis que se
realizaron están referidos al análisis
crítico de las fuentes escritas propias de la
meto-dología de la investigación
histórica, prin-cipalmente, el análisis
documental y análisis historiográfico.
En primer lugar, se efectuó un minucioso
análisis de corte documentario e historiográ-
fico, tanto en soportes físicos como
virtuales, en bibliotecas y archivos del Perú,
Bolivia y Chile. En segundo lugar, se
procedió a la selección, revisión,
sistematización y catego-rización de los
documentos de médicos pe-ruanos y
bolivianos, además de las crónicas de guerra
en bibliotecas del Perú, Bolivia y Chile.
En tercer lugar, para el adecuado análisis de
los documentos escritos seleccionados se uti-
lizaron herramientas metodológicas a las que la
antropología y sociología han denominado
“historias de vida”, “relatos de vida” o
“método biográfico”; además de usar los
postulados de la llamada “Historia de la Vida
Cotidiana e Historia de las Emociones.
Finalmente, una vez extraída la informa-
ción de los documentos, se ordenó el material
recolectado organizándolo en categorías de
estudio, tales como: La Convención de
Gine-bra de 1864 y la adhesión de los tres
países en guerra: Perú, Bolivia y Chile”; “Los
orígenes y organización de las Ambulancias
Civiles de la Cruz Roja peruana”; “Los
orígenes y organi-zación del Servicio de
Ambulancias Militares de la Cruz Roja
boliviana”; “La batalla del Alto de la Alianza
y la acción de las ambulancias aliadasy “La
vulneración a las ambulancias peruanas y
bolivianas por parte de las tropas chilenas”.
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
Resultados
La Convención de Ginebra de 1864 y la
adhe-sión de los tres países en guerra:
Perú, Bolivia y Chile
El 22 de agosto de 1864 varios gobiernos
europeos firmaron la primera Convención
de Ginebra, a instancias de Henri Dunant,
quien influenciado por los horrores que pre-
senció en la batalla de Solferino, en 1859
creó la Cruz Roja Internacional convocando
a una conferencia internacional. En dicha
con-ferencia, el Consejo Federal suizo
reunió a dieciséis plenipotenciarios, que
redactaron el “Convenio de Ginebra para
mejorar la suerte que corren los militares
heridos de los ejércitos en campaña.
En total, fueron diez los artículos estipu-
lados en dicho convenio para mejorar la ca-
lidad de vida de los prisioneros de guerra,
respetar la neutralidad en todo conflicto béli-
co ofrecido por la Cruz Roja Internacional y
otras disposiciones con el objetivo de amino-
rar los estragos de la guerra. Estas disposicio-
nes solo se referían a situaciones de conflictos
bélicos en tierra, razón por la cual el 20 de oc-
tubre de 1868, se le adicionan al primer con-
venio, algunos artículo más referentes a los
mismos postulados relacionados a la guerra
marítima.
En el caso peruano, posteriormente, casi un
mes después de que Chile le declarara la gue-
rra, el presidente Gral. Mariano Ignacio Prado
firma un decreto, el 2 de mayo de 1879, adhi-
riéndose a la Convención de Ginebra de 1864,
junto con las cláusulas agregadas y aclaracio-
nes de las mismas propuestas el 20 de octubre
de 1868. Como se ve en la nota enviada por
Ministerio de Relaciones Exteriores, firmado
por Manuel Irigóyen al señor Eduardo Séve,
encargado de negocios de Bélgica en Chile:
En contestación, me complazco sobre-
manera poder participar a V.S. que mi
Gobierno se apresuró a aceptar las con-
clusiones de la Convención de Jinebra
de 20 de octubre de 1868, cuyo testo
mandó publicar oficialmente, según
consta de la copia del Decreto Supremo
fecha 2 de mayo próximo pasado, que me
es grato remitir a V.S., que el día 3 de
mayo citado, S.E. el Presidente de la
República Jeneral don Mariano Ignacio
Prado, en contestación a la carta de V.S.,
de 18 de abril de 1879. Sobre este mis-mo
asunto, le contestó a V.S. avisándole la
aceptación de las conclusiones a que le he
hecho referencia. (Ministerio de Guerra i
Marina, 1882: pp. 92-93)
El 25 de febrero de 1880, el Jefe Supremo
de la República, Nicolás de Piérola ratifica la
adhesión del Perú al Convenio de Ginebra de
1864, como lo señala el extracto del Decreto
Supremo expedido. Dicho documento se pue-
de revisar en el Archivo Digital de la Legisla-
ción del Perú:
El Gobierno de la República Peruana
presta su accesión al referido Convenio
Internacional, ajustado en Ginebra el 22
de Agosto de 1864, así como á las modi-
ficaciones y adiciones del mismo, veri-
ficadas en las fechas arriba expresadas;
quedando en consecuencia sin valor
alguno el decreto referente á este mis-mo
asunto, expedido en 2 de mayo de 1879 y
cuyos términos pudieran engen-drar duda
sobre la aceptación completa, por parte
del Perú, de todo lo estatuido hasta ahora
en los mencionados actos internacionales.
(Archivo Digital de la Legislación del
Perú, 1880).
En el caso chileno, el presidente Aníbal
Pinto firmó un decreto el 28 de junio de 1879.
Aceptaba el Convenio Internacional de Gi-
nebra y consideraba que este obedecía a ele-
vados sentimientos de humanidad dignos de
ser respetado por toda nación civilizada. Va-
loraba además las suscripción del Perú a este y
que la “observancia, por ambos beligerantes,
de las humanitarias y generosas disposiciones
que aquel consigna, contribuirá a suavizar los
males inseparables de la lucha en que ambos
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Aramis López Chang
países se encuentran empeñados.
(Ministerio de Guerra i Marina, 1882: p. 91)
En el caso boliviano, se indica que es por
iniciativa del Dr. Tomás Frías, Ministro Pleni-
potenciario en España, que este país se adhirió a
la Cruz Roja el 16 de octubre de 1879 duran-te
el gobierno de Hilarión Daza. Sin embargo, está
claro que las gestiones de reconocimiento y
adhesión a la Convención de Ginebra se ha-bían
iniciado antes, según puede constatarse en la
“Nota enviada por el gobierno boliviano al
Representante de Bélgica en Chile ratificando
la adhesión de Bolivia a la Convención de Gine-
bra, con fecha 3 de julio de 1879:
En consecuencia de lo expuesto, el con-
sejo de Ministros, encargado del Po-der
Ejecutivo al que tengo el honor de
pertenecer, ha resuelto que, por la vía
diplomática, obtenga este ministerio la
adhesión de Bolivia a la convención de
Ginebra de 1864, pudiendo contar US.
con dicha resolución, que pronto se
hará efectiva, para los fines enunciados
por US. en el oficio al que me es hon-
roso contestar. (Ministerio de Guerra i
Marina, 1882: p. 95).
Finalmente, el 30 de agosto de 1880, una
Convención Parlamentaria Nacional en Bo-
livia sancionó la Primera Ley que aprueba la
declaratoria de adhesión a los Convenios de
Ginebra. Posteriormente, el de septiembre
de 1880, siendo presidente el general Narciso
Campero promulgó la ley respectiva.
Los orígenes y organización de las ambulan-
cias civiles de la Cruz Roja peruana
El mismo día que Chile, oficialmente, le
de-claraba la guerra al Perú, la Facultad de
Medi-cina de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, convocó a una sesión
extraordinaria presidida, en ese entonces, por
el Sub decano Manuel Odriozola, porque:
La Facultad de Medicina, dolorosamen-
te conmovida, como toda la República,
por la inesperada declaratoria de guerra
hecha por Chile al Perú el 4 del corrien-
te, ha creído de su deber, entre otros
actos que le ha sujerido su patriotismo,
contribuir con sus conocimientos pro-
fesionales a la mejor organización de las
ambulancias civiles que deben cooperar
con las militares a disminuir los inevita-
bles males causados por una guerra que
amenaza revestir estraordinarias pro-
porciones. (Saona, 2008).
En la sesión, antes mencionada, se toma-
ron dos decisiones importantes para ayudar
a mitigar los estragos de la guerra y el
apoyo pecuniario a la causa nacional.
Primero, se nombró una comisión
encargada de la redac-ción de un proyecto
de organización de las ambulancias civiles.
Dicha comisión estuvo conformada por los
doctores Julián Sandoval, Mariano
Arosemena Quezada y José Casimiro Ulloa.
Luego, presentaron al gobierno un detalla-do
informe señalando las bases para la con-
formación de las ambulancias civiles. En este
documento se indica el personal, organiza-ción
y materiales de tipo asistencial que exigía cada
unidad, sujetando sus principios en la
Convención de Ginebra. Además, recalcaban la
ventaja que tenía el hecho de independizar las
organizaciones civiles de las militares y tra-
bajar en cooperación, pues su finalidad era la
misma: el auxilio y asistencia del soldado heri-
do en los ejércitos de campaña.
Segundo, en la misma sesión, los profeso-
res de la facultad también acordaron ceder el
íntegro de sus haberes mensuales para desti-
narlos a los gastos que concernían a la guerra;
así como poner a disposición del gobierno los
servicios médicos de los maestros y alumnos
tan pronto las circunstancias bélicas lo exijan.
Estos acuerdos mencionados en la sesión ex-
traordinaria fueron elevados en un informe
dirigido al Director General del Ministerio de
Instrucción porque la Facultad de Medicina
dependía de este ramo de la administración
pública.
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
Sin embargo, no solo la Facultad de Medi-
cina de San Fernando fue la única en tener una
respuesta inmediata frente a la declaratoria de
guerra. Un grupo de médicos presididos por el
doctor José Mariano Macedo resolvió con-
tribuir con un subsidio mensual y ofrecer sus
servicios profesionales. La Sociedad de Medi-
cina de Lima, se sumó también a los esfuerzos
de las dos anteriores y en la sesión celebrada el
30 de abril de 1879 bajo la presidencia de Celso
Bambarén acordó remitir su aporte pe-cuniario
a la Junta Receptora de Donativos.
Por otro lado, el informe de la comisión
nombrada por la Facultad de San Fernando fue
aprobado el 17 de abril de 1879 por el Pre-
sidente de la República, Gral. Mariano Ignacio
Prado y su Ministro de Instrucción, Culto y
Beneficencia, el Dr. Mariano Felipe Paz Sol-
dán. Con respecto a la organización de las am-
bulancias, se creó la “Junta Central de Ambu-
lancias Civiles de la Cruz Roja. En el acta de
instalación de la Junta Central, fechada en 24 de
abril de 1879 y en el ambiente cedido por la
Sociedad de Beneficencia Pública de Lima se
votó para elegir a las personas que asumirían
distintas funciones.
Es así que se elige al Monseñor José
Anto-nio Roca y Boloña como presidente;
al Doc-tor Manuel Odriozola como
vicepresidente; al doctor José Casimiro
Ulloa como secreta-rio y a Martín Dulanto
como prosecretario (Figura 1).
Figura 1. Fundadores de las Ambulancias Civiles de
la Cruz Roja Peruana.
Archivo personal.
Como señala Arias Schreiber (1979), la
Junta Central instauró comités departamen-tales
y provinciales. Logró equipar y proveer
personal de cuatro ambulancias, “contando con
el apoyo financiero de la Municipalidad de
Lima y de la colonia inglesa y con el óbolo vo-
luntario de numerosos particulares”. (p. 54)
La primera ambulancia zarpó del puerto del
Callao el 3 de mayo de 1879 y estuvo confor-
mada por Carlos Sotomayor (posteriormente
nombrado secretario de la Sociedad), por un
jefe, un secretario, un ayudante, un capellán, dos
médicos, cuatro estudiantes de medicina y 26
hombres, además del material sanitario de
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Aramis López Chang
emergencia adecuado para el duro trabajo
que les esperaba en la línea de fuego de la
campaña del sur (Arias Schreiber, 1979).
Esta al llegar al puerto de Pisagua se es-
tableció en el lugar llamado “Alto del Molle”,
en las inmediaciones de Iquique, donde per-
manecía el grueso de tropas del Ejército del
Sur peruano. Su primera labor asistencial fue
con los heridos de la fragata “Independencia”
que encalló en Punta Gruesa el 21 de mayo de
1879 luego de perseguir a la corbeta chilena
“Covadonga”.
Mientras las otras tres ambulancias se es-
tablecieron en lo que sería el teatro de opera-
ciones durante la segunda fase de la guerra
en-tre las inmediaciones de Iquique y Arica
dada la importancia de dichas plazas.
Conforme se desarrollaron las acciones
militares en el sur peruano, el 7 de mayo de
1879, el gobierno dictó una disposición sobre la
denominación oficial de la Junta central, que en
adelante pasaría a ser la “Junta Central
de Ambulancias Civiles de la Cruz Roja
en el Perú. Para poseer una idea de una
ambu-lancia civil de fines del siglo XIX,
citaremos a continuación sus
características principales (Figura2):
Las ambulancias civiles de hace un siglo
distaban mucho en su aspecto e insta-
laciones de las que ofrecen las moder-
nas. Consistían en unos carruajes pesa-
dos que se movilizaban lentamente por
medio de acémilas [mulas] y contaban
con un personal sanitario, instrumen-tal
médico y quirúrgico de urgencia,
botiquines con diversos medicamentos y
pertrechos de campaña. El personal
consistía en algunos médicos-ciruja-nos y
farmacéuticos y regular número de
practicantes y estudiantes de medi-cina y
de farmacia. Estas ambulancias a pesar
de su escaso número prestaran servicios
muy útiles en las batallas de Pisagua, San
Francisco, Tarapacá, Tac-na o Alto de la
Alianza y Arica (Arias Schreiber, 1979:
p. 54).
Figura 2: Grabado sobre las Ambulancias Civiles de la Cruz Roja peruana
presentes en Iquique. “La Ilustración Española y Americana”, Madrid 22 de
Julio de 1879. Año XXIII Número XXVII
Posterior a los hechos de armas en San
Francisco (19 de noviembre de 1879) y Ta-
rapacá (27 de noviembre de 1879), las am-
bulancias civiles de la Cruz Roja peruana
(Figura 3) fueron las encargadas del traslado
de los numerosos heridos producto de es-tas
acciones en enero de 1880 y a bordo del
vapor “Luxor” de nacionalidad alemana. El
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
traslado fue directo del puerto de Arica al
Callao y es de esta manera que los heridos
que llegaron a Lima fueron atendidos en
los hospitales como San Bartolomé, San
Andrés, Dos de Mayo y en la Maisón de
Santé. (Arias Schreiber, 1979)
Se afirma que los pocos nosocomios exis-
tentes en Lima desbordaron su capacidad
asistencial. Solo por citar un ejemplo, el hos-
pital San Bartolomé llegó a internar a nove-
cientos hombres, entre heridos y enfermos;
sin embargo, su capacidad era de menos de
trescientas personas. Pero indigno sería no
consignar la eficaz colaboración que
recibie-ron los médicos y enfermeros de
manos de las hermanas de la caridad de San
Vicente de Paul, las señoras de la Sociedad
de la Cruz Blanca, de la Sociedad Francesa
de Beneficen-cia, entre otras instituciones
humanitarias de Lima y el Callao, donde la
presencia femenina se hizo gravitante.
Figura 3. Grabado de la primera Ambulancia de la Cruz Roja peruana.
“La Ilustración Española y Americana”, Madrid 22 de octubre de 1879. Año
XXIII Número XXXIX
Más adelante, producto del controverti-do
viaje del Presidente de la República Gral.
Mariano Ignacio Prado a Europa con el fin de
efectuar, personalmente, la compra de buques y
armamento; quedó encargado del gobierno el
vicepresidente Luis La Puerta de 68 años de
edad. Dadas las circunstancias políticas fa-
vorables, Nicolás de Piérola Villena se subleva
contra el gobierno con el apoyo del Batallón
Artesanos de Ica, el 21 de diciembre de 1879.
Por consiguiente, el 23 de diciembre de 1879 se
invistió a Piérola con el carácter de Jefe Supre-
mo de la República, asumiendo, personalmen-
te, todas las funciones ejecutivas y legislativas
del gobierno con el carácter de “Dictador”.
Con respecto al nuevo gobierno y las am-
bulancias, el 16 de febrero de 1880, Nicolás
de Piérola, Jefe Supremo del Perú, emite un
decreto sobre la organización del servicio de
sanidad del Ejército, comprendiendo su or-
ganización, personal, material, además de
menciones sobre las ambulancias y hospitales
de sangre tanto civiles como militares con la
clara consigna en favor de los de los heridos.
Finalmente, el Consejo Federal Suizo decretó
el 30 de abril de 1880 que previo al cambio de
ratificaciones, el Perú quedaba incorporado en
el convenio e ingresa al Movimiento de la
Cruz Roja. Dando paso a que en la circular
número 45 del Comité Internacional, de fe-
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Aramis López Chang
cha 8 de mayo de 1880, se certificara que la
Cruz Roja Peruana era la primera en surgir
en América. En dicho documento se dio la
fecha de creación oficial, cuando se
iniciaron las gestiones organizacionales:
17 de abril de 1879 (Figura 4).
Figura 4. Equipo de un médico de la Cruz Roja peruano
encontrado en un campo de batalla. Brigada Naval.
En estas circunstancias vemos que las
Ambulancias Civiles de la Cruz Roja pe-ruana
a partir de su creación contribuirían en la
recolección y curación de heridos, sin
distinción de nacionalidad y con una clara
consigna humanitaria y patriótica. Como ins-
titución neutral y suscrita al Convenio de
Gi-nebra, gozaba de toda neutralidad en
medio de un hecho de armas; sin embargo,
no fue ajena a ser objeto de atropellos y
vulneración por parte de algunas tropas
chilenas como veremos más adelante.
Figura 5. Uniforme de médico peruano en campaña
(1879).
Colección de Saona
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
Los orígenes y organización del
Servicio de Ambulancias Militares de la
Cruz Roja boli-viana
El 14 de febrero de 1879 estalel conflicto
para el país altiplánico cuando una fuerza chi-
lena tomó por asalto el puerto de Antofagasta y
durante los siguientes días Mejillones, Cobi-ja,
Tocopilla entre otras poblaciones.
Una vez declarada oficialmente la guerra,
el presidente de Bolivia, Gral. Hilarión Daza,
dispuso la movilización del ejército boliviano
a Tacna con el fin de coordinar acciones con
el Perú para detener a las fuerzas chilenas. Por
ende, se produjo la movilización del ejército,
que salió de La Paz el 16 de abril y arribó a
Tacna el 30 de abril de 1879.
En el mismo [Ejército], figuraban como
Cirujano Mayor y Director de Ambu-lancia,
el doctor Donato Doria Medina y como
Inspector de los Hospitales de San-gre y
Ambulancia, el doctor Constantino Doria
Medina. Se había previsto que cada batallón
estuviese acompañado por un médico. Así,
Jaime Osorio fue destinado al batallón
Colorados; Francisco Pardo al Illimani; José
N. Zambrana al Murillo; Bai-lón Mercado a
la artillería Mariscal Santa Cruz; Francisco
Carvajal, al Independen-cia de La Paz y
Luis Ortiz al Paucarpata. (Estenssoro &
Cantuta, 2007: pp. 40-41)
Sin embargo, este ejército no tenía orga-
nizado el aparato sanitario de auxilio para los
heridos y enfermos que hubiera dejando el
desarrollo del conflicto. Carecía incluso de un
reglamento médico. Solo se contaba con al-
gunos doctores consignados a cada batallón,
no obstante estos no se daban abasto para la
cantidad de efectivos y la carencia de medios
materiales. Por ende, será en las acciones mi-
litares de Pisagua, San Francisco y Tarapacá,
donde en la atención de los heridos, destaque
la rabona peruana y boliviana (Figura 5).
Entonces, la necesidad de la conformación
de ambulancias para los heridos que caían en el
campo de batalla era una necesidad apremian-
te. Se creó entonces cuerpos de ambulancias,
ajustándose a la situación de la campaña y a las
prescripciones de la Convención de Ginebra. Se
les dio el nombre de Servicio de Ambulan-cias
Militares de la Cruz Roja”, estableciéndose de
esta manera la existencia oficial del cuerpo de
sanidad boliviano.
A partir de ese momento, el comité direc-
tivo se dedicó a trabajar en la organización de
los cuadros, presupuesto, compra de material,
reclutamiento y entrenamiento del personal en
las ambulancias. Sin embargo, la precarie-dad
de esta institución debido a la carencia de
material médico y personal, indujo a que el
gobierno solicitase la colaboración de la po-
blación de la república. Por ejemplo:
El Obispo Juan de Dios Bosque, primer
Presidente de la Cruz Roja Boliviana,
institución creada a causa de la guerra,
organizó a las matronas de La Paz quie-
nes reunieron los insumos necesarios
para equipar las Ambulancias y un es-
tandarte para el cuerpo, para que sig-
nificara consuelo y resignación y fe en la
santidad del motivo porque tan genero-
samente se sacrificaban (los soldados de
la patria)”, y los enviaron, de inmediato
al frente de guerra.
(Oporto, 2014: p. 23)
El Reglamento Orgánico para el Servicio
Sanitario General del Ejército boliviano de
Operaciones en el Perú, elaborado por el doc-
tor Zenón Dalence, dio origen a la Sanidad
Militar durante la Guerra del Pacífico. Según el
mismo, se denominaban Ambulancias a los
hospitales en campaña y a los servicios tem-
porales transportables que seguían a las tropas
en los campos de batalla para atender a los he-
ridos y tenían como fundamento a la Conven-
ción de Ginebra de 1864 (Mendizábal, 2002).
Según lo estipulado en el reglamento, pro-
mulgadoo tansolotresmesesantesdedela labatallallase
determinaba el uniforrmee dee diario y de parada
que debía llevar el personal del servicio de am-
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Aramis López Chang
bulancias. En médicos y practicantes un
terno negro con una cruz roja en el brazo
y en la go-rra, mientras que el de la tropa
era blanco de jerga con una cruz roja
también en el brazo y la gorra (Figura 6).
Figura 6. Uniforme de una enfermera y practi-
cante de la Cruz Roja boliviana (1880).
Ilustración de Greve y Fernández, 2014: p. 213
De acuerdo al mismo, los heridos debían ser
atendidos inmediatamente y llevados a Tacna en
las ambulancias móviles. Quince días antes de la
batalla de Tacna, se realizó la revista del
Servicio Sanitario y designó al personal que
afrontaría las emergencias en donde:
La plana mayor estaba constituida por los
cinco miembros de la Junta Direc-tiva. El
Jefe Mayor era el médico Zenón Dalence
que tenía bajo su mando a 15 facultativos
y cirujanos, 48 camilleros en la
ambulancia sedentaria, a Vicenta Paredes
Mier como Inspectora de Co-cina,
Ignacia Zeballos como hermana de
ambulancia y a ocho inválidos del
combate de Tarapacá como vigilantes.
(Estenssoro & Cantuta, 2007: p. 43).
Veremos además que fue la mujer bolivia-
na, quien tuvo un papel preponderante en las
ambulancias militares. La historia boliviana
ha recogido los nombres de Ignacia Zeballos,
Andrea Rioja de Bilbao, Ana M. de Dalence,
María N. Vda. de Meza y su hija Mercedes
Meza. Cabe resaltar que Ignacia Zeballos, es
considerada la “primera enfermera
boliviana que portó un brazalete de la Cruz
Roja en la campaña militar (Figura 7).
Desde entonces la bandera de la Cruz
Roja, flameó en las ambulancias al lado del
pabellón nacional boliviano. Cobijó bajo su
sombra, no solo al gran número de heridos de
los tres ejér-citos que requerían asistencia,
sino también a multitud de ancianos y niños,
que arrojados de sus hogares por las tropas
vencedoras, no encontraban otro amparo que
el de la inmu-nidad ofrecida por esta
institución en medio del conflicto.
Figura 7. Fotografía de Ignacia
Zevallos. Co-lección Particular
La batalla del Alto de la Alianza y la
acción de las ambulancias aliadas
La batalla del “Alto de la Alianza” o “Tac-
na fue un hecho de armas que se desarrolló
cerca a la ciudad peruana de Tacna el 26 de
mayo de 1880, en el marco de la Guerra del
Pacífico, considerada una de las acciones mili-
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
tares más importantes del conflicto. En esta se
enfrentaron los ejércitos aliados de Bolivia y
Perú, ambos dirigidos por el general boliviano
Narciso Campero, contra el ejército de Chile,
comandado por el general Manuel Baqueda-
no, que luego de un feroz combate resultó en
victoria. Según el historiador militar Carlos
Dellepiane, las fuerzas aliadas que hicieron
frente al ejército de Chile fueron 9849 hom-
bres, de los cuales 4601 eran bolivianos y
5788 eran peruanos. Mientras para las fuerzas
chi-lenas en combate, el historiador William
Sater da la cifra de 14147 hombres, basado en
docu-mentos oficiales de ese país.
El 26 de mayo de 1880, los hombres que
portaban una Cruz Roja en el brazo y la go-
rra, libraron una lucha diferente en los cam-
pos del Alto de la Alianza. Su misión era la
de salvar vidas, independiente de la
nacionali-dad del herido caído y no por ello
exento del fuego cruzado. Es aquí donde
Zenon Dalen-ce (1881), médico boliviano y
encargado del cuerpo de ambulancias del
Ejército de Bolivia, nos da un claro símil
entre el combatiente y el médico ambulante:
¡cuándiversayalavezidénticaperspectiva la
que se ofrecía en esos momentos al
guerrero que, viendo próxima la batalla, se
preparaba á salir victorioso en ella, aunque
fuera á costa de sus existencia, en defensa
de su patria; y la del soldado de la «Cruz
Roja» que, preparándose también
á cumplir su misión, si bien en un rol
pasivo respecto al enemigo, podía
hallar igualmente la muerte en el
sentimiento de la humanidad. (p. 7)
Por otro lado, Theodorus B. Mason (1971),
observador militar norteamericano en su “Guerra
en el Pacífico Sur, sobre las ambulan-cias
peruanas dijo que “se comportaron admi-
rablemente, asistiendo tanto a sus propios heri-
dos como a los chilenos del ala izquierda cuando
éstos fueron obligados a retirarse. (p. 177)
Mientras el coronel del ejército boliviano,
Miguel Aguirre (1880) en sus “Lijeras Remi-
niscencias del Campo de la Alianza,
sobre la acción de las ambulancias
militares de la Cruz Roja boliviana dijo:
Me asomé á la Ambulancia boliviana, si-
tuada á doscientos metros mas ó menos
de la retaguardia de nuestro Ejército. El
distinguido Dr. Dalence, Jefe de ella, el
Inspector Sr. Julio Quevedo (…) y sus
dignos colaboradores permanecían
tranquilos y resignados en su puesto, en
medio de la lluvia de bombas, listos para
ejercer su sublime misión. (p. 11)
Es así que la batalla se inicia cerca de las
9:00 a.m. con un potente duelo de artillería
en-tre ambos bandos y no tan eficiente debido
a que muchos proyectiles aterrizaron en la
arena sin estallar dado la calidad arenosa del
suelo tacneño. Como lo evidencia Miguel
Ramallo (1901), combatiente boliviano en el
Regimien-to “Libres del Sud”:
El cañón seguía crujiendo; las grana-
das pasaban sobre nuestras cabezas
con aquel sonido infernal que les es
propio y se enterraban en la arena;
algunas se estallaban, pero solo a su
estallido se levantaba una gran
columna de arena que se esparcía en
el aire y luego des-cendía sobre
nosotros como menuda lluvia (p. 47)
Sin embargo, después comprometido el
combate y el intercambio de fusilería de la
infantería, varios proyectiles menores
principiaron a caer cerca de las carpas de
las ambulancias, evidenciando su incon-
veniente ubicación. Motivo por el cual,
los jefes de las respectivas ambulancias
aliadas decidieron ordenar su inminente
traslado metros detrás.
Como lo consigna en su parte oficial,
Fe-lipe S. Duran, jefe de la 4ta
ambulancia de la Cruz Roja peruana:
A las 11 principió el combate de fusi-
lería. Poco después, cuando el ejército
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Aramis López Chang
aliado comenzó la retirada, empezaron
también a caer balas a nuestras carpas.
Las tropas de aquel ejército pasaron
cerca de nosotros i entonces creció el
número de los proyectiles que nos lle-
gaban; el estandarte de la ambulancia
recibió un balazo en su parte superior.
(Ahumada Moreno t. III, 1884: p. 333)
Es así que se puede afirmar que algunos
médicos y sanitarios de las ambulancias ya
mencionadas, al verse expuestos en medio de
este fuego cruzado intermitente, arriesgan sus
propias vidas con tal de cumplir su consigna
de salvar a los primeros heridos caídos en la
refriega. Por ejemplo, Felipe S. Duran antes
citado, expone en las siguientes líneas que el
sanitario Fabio Marín “cayó herido por una
bala que le penetró en el hombro derecho
con dirección al pulmón, i fue trasladado
inmedia-tamente a esta ciudad. (Ahumada
Moreno t. III, 1884: p. 333)
De esta manera y por espacio de cinco horas de
intenso combate entre las fuerzas aliadas y
chilenas, los médicos y cirujanos se encargaron de
la curación de los heridos por bala y metralla, a
como de cascos de proyectiles de artillería.
Recordemos que este proceso de curación en un
ambiente tan hostil como un campo de batalla se
circunscribía a la desinfección y extracción de la
bala; de lo contrario el proceso solo se re-ducía a
la amputación del miembro para evitar que la
herida se gangrenara (Figura 8).
Figura 8. Amputación de pierna según la cirugía médica del siglo XIX.
Colección Particular.
Dicho lo anterior sería oportuno citar el
parte de Plácido Garrido Mendivil, encarga-
do de la 2da ambulancia civil de la Cruz Roja
peruana, quien describe el recojo del primer
herido de su ambulancia; el capitán peruano
Vera del “Cazadores del Misti”, herido por
cas-co de bomba (es decir por fragmentos de
pro-yectil de artillería) y que fue:
Asistido inmediatamente por los se-
ñores practicantes Adolfo Chacaltana i
Manuel A. Muñiz i el sanitario Deme-
trio Medina; habiéndose procedido a la
amputación de la pierna derecha en el
mismo campo de batalla, con asistencia
del doctor Bertonelli. Luego nos diriji-
mos, como prescribe el reglamento de
ambulancias, a la línea de batalla.
(Ahumada Moreno t. III, 1884: p. 331)
Para entender los estragos de la violencia en
el campo de batalla, citamos a Eufronio
Vizcarra (1884), quien en su “Narración Histó-
rica de los Combates de Tacna y Arica, señala
que donde quiera que se dirigiese la vista en el
campo de batalla se encontraban las señales del
martirio y la muerte. Y donde la arena estaba
“enrojecida por la sangre, los cadáveres tostados
por la pólvora, los miembros humanos esparci-
dos en completo desórden, las cabezas de los sol-
dados aplastadas por los cascos de los caballos,
los ayes y las maldiciones de los heridos. (p. 29)
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
Figura 9. Sanitario boliviano atendiendo un herido luego de la
batalla del Alto de la Alianza.
Estenssoro & Cantuta, 2007: p. 38
Y es así como cerca de las 2:00 p.m., la
de-rrota de las fuerzas aliadas del Perú y
Bolivia (Figura 9) queda consumada y
visible en la cantidad de muertos y heridos
presente en el campo de batalla y que el
corresponsal chileno de El Mercurio del 14
de junio de 1880, indi-caba que:
Las pérdidas del enemigo podían sólo
valorizarse visitando el campo de
batalla, convertida después de esta en
un verdadero campo santo. Se
horrorizaba el alma al contemplar los
humanos despojos sembrados por el
suelo en aquella extensión, y el
espíritu atribulado se detenía a
imaginar los do-lores y las grimas
que aquellas pérdi-das debían causar
en los desiertos ho-gares.
Finalmente, creemos conveniente transcri-
bir el dolor desgarrador de las llamadas “ra-
bonas al buscar en el campo de batalla entre
los cadáveres el destino final de sus amados o
parientes. Doña Ignacia Zeballos, enfermera
boliviana a través de sus ojos de mujer no
dice lo siguiente:
El cuadro no sólo era de mortandad, te-
nía un elemento vivo, pero mucho más
triste que la figura de los muertos; mu-
jeres vestidas con mantas y polleras des-
coloridas, algunas cargando una criatu-ra
en la espalda o llevando un niño de la
mano, circulaban entre los cadáve-res;
encorvadas buscando al esposo, al
amante y quizás al hijo, que no volvió a
Tacna. Guiadas por el color de las cha-
quetas, daban vueltas a los restos huma-
nos y cuando reconocían al que busca-
ban, caían de rodillas a su lado, abatidas
por el dolor al comprobar que el ser
querido al que habían seguido a través de
de tantas vicisitudes, tanto esfuerzo y
sacrificio, había terminado su vida allí,
en una pampa maldita, de una manera tan
cruel, desfigurado por el proyectil
polvoriento y ensangrentado, converti-do
en un miserable pingajo de carne pá-lida
y fría que comenzaba a descompo-nerse
bajo un sol sin piedad y un cielo
inmisericorde (Querejazu,1992: p. 441)
La vulneración a las ambulancias peruanas y
bolivianas por parte de las tropas chilenas
Las ambulancias peruanas y bolivianas
fueron hostilizadas por parte de algunas tro-pas
chilenas luego de la batalla y mientras des-
plegaban su labor asistencial a los heridos. No
obstante cabe resaltar que hubo esfuerzos e
intervención de algunos oficiales chilenos por
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Aramis López Chang
evitar dichas agresiones hacia la
neutralidad de las ambulancias aliadas en
sus labores hu-manitarias amparadas en el
Convenio de Gi-nebra de 1864 y 1868.
Dichas ataques están registrados en un
completo “Sumario seguido por el Presidente
de la Junta Central de Ambulancias Civiles de
la Cruz Roja del Perú para investigar las vio-
laciones del Convenio de Jinebra que se dicen
cometidas por el ejército de Chile en las ciuda-
des de Tacna y Arica, publicado en el tomo
III de Ahumada Moreno (1884), que agrupa
los partes oficiales de las cuatro ambulancias
peruanas sobre el desencadenamiento de los
hechos, su labor asistencial y la investigación
sobre la vulneración del Convenio de Ginebra
por parte de las tropas chilenas.
Así como en el “Informe histórico del servi-
cio prestado por el cuerpo de ambulancias del
Ejército boliviano desde su creación en Tacna
hasta la repatriación de su última sección de
heridos presentado al Supremo Gobierno y a los
comités de la Asociación Internacional de la
Cruz Roja (en la Sección Bolivia) por el Doctor
Zenon de Dalence, además de testimonios de
soldados peruanos, chilenos y bolivianos que
nos permiten contrastar los hechos narrados.
Tenemos que considerar que dichas agre-
siones a las ambulancias aliadas por parte de
algunas tropas chilenas se basaban en el sa-
queo y “repase” de heridos peruanos y boli-
vianos presentes tanto en el campo de batalla
como en las ambulancias; incluso amenazan-
do la vida de los médicos, cirujanos y practi-
cantes que se interpusieran en su camino.
Pero antes de analizar dichos ataques se debe
analizar la lógica del combate ejercido en el campo
de batalla por parte de los soldados. Para el cual,
“la batalla se desarrolla en un ambiente inestable
y salvaje, tanto física como emocional-mente
donde lucha a campo abierto o agazapa-do por
minutos u horas, “sintiendo sucesivamen-te
aburrimiento, exaltación, pánico, rabia, pesar,
perplejidad, e incluso esa sublime emoción llama-
da valor. (Keegan, 2013: pp. 46-47)
Por otro lado, el repase fue una práctica si-
lenciosa, apartada de los límites “civilizados”
que la Convención de Ginebra había dictado
para el ejercicio de la guerra en los albores de la
“modernidad. Y pese a lo anterior, es ne-
cesario hacer hincapié que, difícilmente, las
posiciones vigentes en la época se pudieron
respetar por completo, ya sea por la acción u
omisión de oficiales y tropa. Considerar ade-
más la dinámica de las ocurrencias propias de
los campos de batalla, en los cuales mu-chas
veces las acciones escapan a la voluntad y
racionalidad de sus protagonistas quienes “sin
perjuicio de su origen étnico o nacional, al
estar sometidos constantemente a situaciones
apremiantes, donde está en juego la integridad
física y la existencia, pueden cometer grandes
tropelías y excesos”. (Ibarra, 2017: p. 27)
Sobre el repase, hay que señalar que esta fue
una práctica en común ejercida por los tres
países en conflicto. Por ejemplo, José A. Trico,
sargento 2do chileno del “Atacama” Nro. 1
narra a su madre en una carta fechada el 15 de
junio de 1880, cómo en un primer momento de
la batalla, cuando las fuerzas chilenas re-
troceden frente al avance aliado, “el enemigo al
pasar por nuestros heridos los destrozó a bayo-
netazos. (Marconi, 1882: p. 411)
Por último habría que considerar en el aná-
lisis del comportamiento del soldado en cam-
paña al criterio personal y las condiciones a
las cuales está presionado. Condiciones
incluso emocionales en las cuales:
Ve sucumbir compañeros con quienes
se han compartido penas y alegrías,
generadoras de una vida en común; no
sabe cuándo terminará todo aquello y
en posesión de armas puede ejercer la
venganza a discreción contra quienes lo
afectan o son un peligro simplemente.
Siente justificadas sus acciones y por
eso no se detiene para destruir o coger
botín. Los lazos normales de relación
social se han disuelto, las propias deci-
siones son las que cuentan, destruir es
un desahogo y robar parece un dere-
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
cho para compensar los sufrimientos
y peligros. Si en el escenario hay
alcohol y mujeres, el desenfreno es
inevitable. (Villalobos, 2001: p. 256)
Sobre las agresiones ocasionadas a las am-
bulancias aliadas por parte de algunas tropas de
soldados chilenos, son los médicos y ciruja-nos
quienes a través de sus partes describen lo
sucedido aquel 26 de mayo de 1880 y los días
posteriores. Al respecto, Pedro Bertonelli, ci-
rujano mayor encargado del servicio sanitario de
las ambulancias civiles de la Cruz Roja pe-ruana
apuntó que la mayor parte de los jefes de las
ambulancias fueron obligados a retirarse,
quedándose él firme en su puesto socorriendo a
los heridos y que tal vez por ello los soldados
chilenos no asesinaron a todos los heridos que
tenían en la ambulancia, además afirmó que:
Se robó mucho de nuestros materiales, i
que en una carpa de la 4ª ambulancia se
asesinó al coronel Luna i varios sol-
dados todos heridos, i a que quise
contener tales barbaridades, se me hizo
fuego, pero felizmente sin hacerme
daño (…) se recojieron i curaron a los
heridos; pero de los nuestros que que-
daron en el campo de batalla, pocos
escaparon puesto que los asesinaron a
todos. (Ahumada Moreno t. III, 1884:
p. 330)
Por su parte, Plácido Garrido Mendivil,
jefe de la ambulancia civil de la Cruz Roja
peruana manifestó que el material sanitario
como botiquines, carpas, camillas, camas,
cajas de hilas y vendas de dicha institución
fue robado y destruido. No obstante, su per-
sonal recibió protección gracias a un oficial
chileno que conocieron en San Francisco que
les dio dos soldados de custodia, no por ello
ajenos a los insultos de otros soldados chi-
lenos. Señaló además, que cuando iban en
busca de heridos aliados recibieron como
respuesta por parte de algunos soldados chi-
lenos, expresiones como: “ya no tienen, pues,
heridos o “ya no encontrarán a ninguno he-
mos tenido orden de matar a todos. Y estas
confesiones que en un principio él las
creyó burlescas, tuvieron un doloroso
impacto con la realidad cuando vio:
ni un solo herido nuestro, solo cadáve-
res, muchos de ellos, en particular jefes y
oficiales, con los rostros desfigurados,
partidos unos por la boca i otros por la
frente; algunos con balazos en los ojos,
que habían salido de sus órbitas; desnu-
dos de su uniforme, i varios hasta de la
ropa interior; en cuanto a los soldados,
sus bolsillos sacados a fuera (…) Hai que
notar que las heridas se hallaban
denegridas por los balazos a boca de
jarro. (Ahumada Moreno t. III, 1884: p.
331)
Felipe S. Duran, jefe de la ambulancia
civil de la Cruz Roja peruana, denunció que a
las 8:00 p.m. se presentó en la ambulancia un
soldado chileno en estado de embriaguez del
Regimiento de Carabineros a caballo, ame-
nazando de muerte a los sanitarios que se le
opusieron cuando deseaba “dar fin con todos
los cholos peruanos y sable en mano arreme-
tió contra algunos heridos de gravedad. De
suerte, como lo señala Duran, pudo salvar su
vida cuando al huir de la carpa se encontcon
un oficial chileno y posteriormente un co-ronel
del mismo ejército lamentó lo sucedido
prometiendo que en adelante el culpable sería
severamente castigado. (Ahumada Moreno t.
III, 1884: p. 333)
Claudio R. Aliaga, jefe de la ambulancia
civil de la Cruz Roja peruana señaló que sol-
dados chilenos con fusil en mano penetraban en
las carpas de las ambulancias, profiriendo
amenazas de muerte a su persona y a los de-más
miembros de la ambulancia y heridos. Consigna
además que los mencionados solda-dos hubiesen
consumado sus amenazas sino es por la oportuna
aparición de algunos oficiales chilenos que lo
impidieron. Del mismo modo, relata que
anteriormente los soldados chilenos se
afanaban por arrancar las banderas perua-nas
que en ellas flameaban al lado de las de la Cruz
Roja, como en efecto las arrancaron i se
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las llevaron como trofeos de guerra, destruyen-
do los objetos que en ellas existían i llevándo-
se otros, como camillas, mandiles de socorro
(Ahumada Moreno t. III, 1884: p. 333)
Figura 10. Óleo titulado “El repase” de Ramón Muñiz. Colección Particular
Estas agresiones se reflejan en el diario de
campaña del Cirujano Primero del Ejército
Chileno de Operaciones del Norte, Guillermo
Castro Espinoza (1986), quien afirma:
En la parte que recorrí del campo de ba-
talla no había ni un solo enemigo heri-do
a todos los que estaban muertos.
Después de declarar en derrota al ene-
migo los soldados nuestros cazaban en el
bosque, al oeste de la ciudad, a los cholos
y cuicos como a pájaros o ani-males
salvajes feroces. (p. 27)
Incluso, un oficial chileno del regimiento
“Santiago” le relató al subteniente del
batallón “Aconcagua” No 1 Justo Abel
Rosales, que du-rante la refriega del combate,
no se tuvo pie-dad con los enemigos y que:
Un soldado del 2do de Línea se prepara-
ba para ultimar un soldado de la Alian-
za, que estaba herido. Llega un oficial, no
sé si del mismo cuerpo, y trata de impedir
tal acto. El soldado se enoja y amenaza al
oficial si no se retira, dicién-dole que no
dejará de matar a su ene-migo. El oficial
se retira, y aquel mata al cholo. (Rosales,
1984: p. 168)
Según lo afirmado líneas anteriores, pode-
mos puntualizar algunas vulneraciones de las
tropas chilenas hacia la neutralidad de las am-
bulancias de la Cruz Roja peruana y
boliviana, además de los intentos de algunos
oficiales por evitar estos y lo vemos reflejado
en los docu-mentos escritos por médicos
peruanos y boli-vianos antes citados.
Por ejemplo, Samuel Cárdenas, jefe de la
Ambulancia Civil de la Cruz Roja peruana
relata que gran parte del material de su am-
bulancia como colchones, frazadas y camillas
para conducir a sus heridos fueron tomados
como combustible. Afirmando además que:
Llego a pasar por allí un soldado chileno
queriendo fusilarnos, i su intento se hu-
biera llevado a cabo, sino es que de un
modo casual, pero oportuno, se hubie-ran
presentado en la próxima boca-ca-lle dos
oficiales también chilenos (…) Al
reconocer el material encontré las cajas-
botiquines i otras de diverso con-tenido,
abiertas a balazos i saqueadas. (Ahumada
Moreno t. III, 1884: p. 335)
Finalmente, Zenon Dalence (1881), jefe de
las ambulancias de la Cruz Roja boliviana, des-
glosa también la acusación de encontrar múl-
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La acción de las ambulancias de la Cruz Roja peruana y boliviana en la Batalla del Alto de la Alianza,
26 de mayo de 1880
tiples cadáveres de soldados aliados con claros
signos de haber sido rematados luego de caer
heridos (Figura 10). Pero nos deja un relato que
nos demuestra que también hubo gestos de
humanidad y caballerosidad de parte de la
oficialidad chilena, como en el siguiente caso:
Se nos dio aviso de que muy cerca de
nuestro campamento había un herido que
requería nuestros cuidados; con-currimos
por él con una camilla: era el capitán
Adolfo Vargas, del regimiento Libres del
Sur, que atravesado del pecho por una
bala, daba muy pocas esperan-zas de
vida. Poco después llegó, traído en ancas
por un jefe chileno de pequeña estatura,
barba cana y de anteojos, el te-niente
coronel Felipe Ravelo, herido en la
pierna izquierda, con fractura de uno de
sus huesos. Agradecimos al expre-sado
jefe su delicadez y procedimos a
acomodar a atender a nuestro valeroso
herido. (pp. 15-16)
Dalence, agradece del mismo modo, las
atenciones brindadas por jefes y oficiales chilenos,
en especial con el coronel José Ve-lásquez, Jefe
del Estado Mayor chileno, quien “agrego de su
parte que si aún necesitáramos al-gunos
medicamentos podrían proporcionárnos-los
mandando nosotros a Arica un individuo de
confianza que pudiera ponerse en contacto con
sus buques bloqueadores. (1881: p. 25)
Discusión
La historiografía sobre la Guerra del Pací-
fico que enfrentó a Chile contra el Perú y Boli-
via entre los años 1879 y 1884 ha sido aborda-
da desde diversos enfoques y perspectivas. La
mayor parte relacionada a temáticas en torno a
lo político, económico, militar y en última
instancia lo social. En ese sentido, ciertamente
sesgado, la narración histórica de la guerra de
1879 muestra un discurso oficialista que re-salta
a los grandes personajes, principalmen-te,
militares en calidad de “héroes nacionales”,
dejando en un segundo plano y prácticamente
invisibilizados a la participación de otros ac-
tores sociales, constituyendose por ello en una
asignatura pendiente para la investigación.
Bajo estos preceptos se buscó mostrar la par-
ticipación de los médicos, prácticantes y en-
fermeros aliados durante la fatídica contienda
bélica, resaltando que este enfoque no está
cir-cunscrito al límite estrictamente nacional,
que a su vez impediría un análisis global de
una guerra de carácter trinacional.
Por otro lado, tenemos que considerar
cómo la construcción del discurso nacional
peruano, chileno y boliviano en torno al con-
flicto nos da una imagen simplificada de lo
que este fue en verdad y por ende de lo his-
tórico, dejando las experiencias de los
actores reducidas a simples imágenes de lo
que ellos querían que fuera la representación
imagina-ria del combatiente en campaña.
Además de presentar un discurso en el que
prima una vi-sión épica y romántica que se
aleja de la emo-tividad de los sujetos en
campaña. Dicho de otro modo, el discurso
estatista no considera que en la guerra los
actos de matar lo cometen sujetos históricos
provistos de lenguaje, emo-ción y deseo.
Conclusiones
Podemos ver que tanto las ambulancias
civiles de la Cruz Roja peruana como las am-
bulancias militares de la Cruz Roja boliviana
tuvieron una participación directa y humani-
taria en el traslado y curación de los heridos
caídos en batalla, sin distinción de nacionali-
dad y amparadas en el Convenio de Ginebra
de 1864 y 1868. Esto queda demostrado con
los datos, debidamente, sustentados en esta
investigación.
Por otro lado, constatamos la vulneración al
Convenio de Ginebra de 1864 y 1868, al cual
los tres países contendientes estaban adscritos
un año antes de desencadenados los hechos por
parte de algunas tropas chilenas en per-juicio de
los médicos, cirujanos, practicantes y heridos
que se encontraban en las ambulancias peruanas
y bolivianas durante el desarrollo de la batalla
del Alto de la Alianza. No obstante
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Aramis López Chang
incidimos en señalar que hubo también el in-
tento de oficiales y jefes chilenos por evitar la
vulneración a las ambulancias aliadas.
Uno de los aspectos menos estudiados en
la guerra de 1879 es el aporte y accionar de la
sociedad civil peruana, chilena o boliviana
frente a esta. Creemos que este trabajo es un
aporte para que no se olvide la labor desple-
gada por aquellos mártires de la ciencia que
arriesgaron sus vidas en el campo de batalla
con la consigna de salvar vidas humanas.
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