Orfelinda García Camacho
Introducción
Un número significativo de niños y niñas
en todas las sociedades sufren violencia en
sus hogares, lo que se transforma en un
problema global no solo por su magnitud
sino por las graves consecuencias que
padecen. Así lo re-velan los informes
emitidos por las siguientes instituciones:
(UNICEF: 2015) refiere que aproximada-
mente 1.000 millones de niños padecen mal-
trato de parte de sus cuidadores. La mayoría de
los niños sufren una combinación de malos
tratos físicos y psicológicos y muere, cada cin-
co minutos, un niño a causa de la violencia.
Pues bien, Perú no es la excepción. La En-
cuesta Nacional sobre Relaciones Sociales
(ENARES: 2015), reporta que el 74% de niños
y niñas entre los 8 y 11 años, fueron alguna vez
en su vida víctimas de violencia física y/o psi-
cológica por parte de las personas con las que
viven, principalmente, los padres. Agregando
que en los primeros seis meses, se registraron
9,495 denuncias de agresiones psicológicas, fí-
sicas y sexuales contra menores de edad.
En sí, el maltrato de niños y niñas y
adoles-centes, es definido por el Organismo
Mundial de la Salud (OMS:2010) como:
los abusos y la desatención de que son objeto
los menores de 18 años, e incluye todos los
tipos de maltrato físico o psicológico, abuso
sexual, desatención, negligencia y explota-ción
comercial o de otro tipo que causen o puedan
causar un daño a la salud, desarro-llo o
dignidad del niño, o poner en peligro su
supervivencia, en el contexto de una rela-ción
de responsabilidad, confianza o poder. La
exposición a la violencia de pareja tam-bién se
incluye a veces entre las formas de maltrato
infantil (p, 1)
Si bien existe el maltrato físico, psicológico
y sexual, que son los ya conocidos por todos,
existen también otras formas maltrato, que aun
cuando son menos frecuentes (en la es-tadística)
no significa que son menos dañinas,
como la explotación laboral, el maltrato pre-
natal, el maltrato institucional y el síndrome
de Münchhaussen (MSBP), en inglés, Mün-
chhausen Syndrome by power o by proxy.
Término acuñado por el médico Samuel Roy
Meadow (inglés), al referirse a lo que él con-
sideró un trastorno en el que una persona, ge-
neralmente, el cuidador/a o la madre o padre
del niño/a, deliberadamente causa lesión, en-
fermedad o trastorno a otra persona, frecuen-
temente el hijo/a, síndrome, que aún no es re-
conocido en muchos lugares; por lo tanto, se
ignoran los síntomas de un posible maltrato.
Moreno (2002). Estas tipologías básicas pre-
sentadas parten de la consideración que si el
daño producido en el menor es resultado de
una acción o de una omisión.
Desde la perspectiva de Crittenden (1992)
y Cerezo (1995) cualquier tipo de abuso en la
infancia afecta su calidad de vida y en gene-
ral y, de modo diferente en cada periodo evo-
lutivo en el que se encuentra el niño o niña.
En los niños más pequeños suelen aparecer
problemas de crecimiento no relacionados con
causas orgánicas: irritabilidad, respuestas
sociales inadecuadas, falta de sincronía en la
relación que mantienen con sus padres, y ape-
gos inseguros. Del mismo modo, cuando los
niños y niñas son algo mayores manifiestan
comportamientos de sometimiento, baja auto-
estima, ansiedad, conducta social inadecuada
y agresividad encubierta o manifiesta y nega-
ción ante el mundo (p.15). Con respecto a este
último grupo, Cerezo, et, al (1995), agrega,
que los adolescentes presentan sentimientos
similares a los niños y niñas, pero sus respues-
tas pueden ser más severas llegando incluso a
conductas de riesgo (pandillaje escolar, emba-
razo precoz, consumo de drogas y/o alcohol,
depresión, suicidio).
No obstante reconocer el daño ocasiona-
do, sea cual fuese el ciclo de vida en la que se
encuentre, (Piñeiro: 2006; OMS: 2010) señala
que los niños y niñas más pequeños son los
más vulnerables a la violencia, debido a la
mayor fragilidad y dependencia emocional y
económica, principalmente. Asimismo, Bar-
88 | Cátedra Villarreal | V. 5 | No. 1 | enero-junio | 2017 |