29Cátedra Villarreal | Lima, perú | V.11 | N. 1 | enero - junio | 2023 | e- issn 2311-221237
Introducción
Zimbardo (1980) entiende por timidez, una
para relacionarse con los demás, sobre todo con las
personas que representan una amenaza emocional.
De hecho, reportó que hasta un 80% de las personas
ha sido tímido en algún momento de su vida. En ese
sentido, la timidez se puede concebir como un rasgo
de personalidad asociado a la introversión, pero si
bien todo tímido es introvertido, no todo introvertido
es tímido (Caycho et al., 2013). Asimismo, la timidez se
caracteriza por una serie de conductas tales como un
volumen bajo de voz, gestos tensos, hábitos nerviosos,
hombros encogidos, mirada huidiza y sudor en las
manos (Montgomery, 2016). También se ha señalado
que los tímidos tienden a ser conformistas, pesimistas,
reservados, serios, respetuosos de las reglas y el orden,
rígidos e indiferentes al entorno (Readi, 2021).
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la timidez
no es una manifestación clínica y que está sujeta a
determinados contextos y situaciones (Araujo, 2014).
Pero se ha señalado que la timidez suele estar vinculada
con determinados eventos traumáticos que generan
una reactividad emocional negativa (Montgomery,
2010). Así pues, la timidez se ha relacionado con
diversos trastornos emocionales o que afectan las
relaciones interpersonales. De ahí que la timidez se ha
asociado con una falta de asertividad (Meza & Lazarte,
1984), de habilidades sociales (González & Molero,
2022) de autocontrol (Montgomery, 2010) y la alexitimia
(Fuentes et al., 2010); y se puede ubicar dentro de un
continuo que abarca la introversión (Caballo et al.,
2014; Vidal-Arenas et al., 2021), el miedo a la evaluación
negativa (Bernal-Altamirano et al., 2022), la ansiedad
social o fobia social (Bulnes et al., 2018; Franco-Jiménez,
2020) y hasta los trastornos esquizoides (Erskine, 2021).
También se ha indicado, que cuando la timidez es
egodistónica ppuede llevar a desarrollar sentimientos
de depresión y asociarse con el consumo de sustancias
psicoactivas (Pacheco et al., 2021) y a una reactividad
vegetativa que puede asociarse con manifestaciones
psicosomáticas (Bulnes et al., 2018).
Asimismo, tanto la timidez como la ansiedad
social pueden estar mediadas por factores que
intervienen en la interfaz que integra procesos
emocionales y cognitivos (De Medeiros et al., 2020)
en la autorregulación emocional (Bulnes et al., 2018),
la expresión de las emociones (Cavieres et al., 2022)
y la interacción socioafectiva (Castellaro & Roselli,
emocional, que suponen fallas en el uso de estrategias
para modular las respuestas emocionales, en resistir a
la impulsividad, en aceptación, claridad y conciencia
emocional (Michelini & Godoy, 2022); pueden estar
presentes en la timidez, aunque se encuentran
mediadas culturalmente (Corral-Frías et al., 2022) y
también registran diferencias de género (Reyes et al.,
2022).
Así por ejemplo, algunas investigaciones han
reportado que las mujeres suelen ser más tímidas y
presentan más ansiedad social que los varones, sobre
todo en la adolescencia, entre los 14 y 15 años de edad
(Inglés et al., 2010, Zimbardo, 1980). Sin embargo, la
timidez no está genéticamente condicionada, sino
que es aprendida, a través de las interacciones sociales
que se establecen en la familia, la escuela y diversos
contextos sociales (Montgomery, 2010). Aunque se
admite que ciertos tipos de temperamento infantil
pueden asociarse a la timidez en edades posteriores
del desarrollo como la adolescencia, la juventud y la
adultez (Maldonado et al., 2013).
Por otro lado, diversas teorías han explicado la
timidez desde enfoques psicoanalíticos (Freud, 2001),
conductuales (Montgomery, 2010), cognitivos (De
Medeiros et al., 2020) y humanístico existenciales
(Maslow, 1987); y puede decirse que todas ellas tienen
cierta injerencia teórica en la timidez. Asimismo, se
han creado una amplia diversidad de instrumentos
para medirla tales como la Encuesta de Timidez de
Stanford elaborada por Zimbardo, el Cuestionario
de Apoyo Comunitario Percibido, el Inventario de
Indicadores de Tensión y Ansiedad de Cautela, la Escala
de Timidez de Cheek y Buss; y otras que pueden ayudar
a medir variables relacionadas con la timidez como
la Escala de Locus de Control para Niños de Niwicki y
Strikland, la Escala de Habilidades Sociales de Gismero,
el Inventario de Destrezas Sociales de Achembach y
Edelbrock, la Escala de Comportamiento Asertivo para
Niños de Michelson y la Escala Multidimensional de
Expresión Social (Montgomery, 2010).
En nuestro país existen algunos instrumentos que
han sido validados y que pueden utilizarse para medir
la timidez o constructos asociados. Por ejemplo, la
Escala de Ansiedad Social de Liebowitz fue validada
por Franco-Jiménez (2020) en Ica, quien tras aplicarla
a 549 estudiantes de una universidad pública reportó
una estructura interna de cinco factores con buenos
indicadores de ajuste obtenidos con análisis factorial