Paola Ruiz Baca
son menos agresivos por su capacidad para
comprender las consecuencias negativas que
se pueden generar de su agresión. Así mismo
Escrivá, Samper & Frías (2000) concluyen en
su investigación que los procesos emocionales
alcanzan una mayor correlación con la
conducta agresiva y con la conducta prosocial,
destacando la inestabilidad emocional como la
principal predictora de la agresividad y la
emocionalidad positiva empática y no
impulsiva como mejor predictora de la
conducta prosocial
Hoffman, (2002) define la empatía como la
reacción afectiva vicaria ante otra persona. De
igual modo, Eisenberg (2000) conceptualiza, la
empatía, como una respuesta emocional que
procede la comprensión del estado o situación
de otra persona y es similar a lo que otra
persona está sintiendo. Por lo tanto, la respuesta
empática incluye la capacidad para comprender
al otro y ponerse en su lugar a partir de lo que se
observa, de la información verbal es decir, desde
lo que comunica la persona o de información
accesible desde la memoria (toma de
perspectiva). Incluye también la reacción
afectiva de compartir su estado emocional, que
puede producir tristeza, malestar o ansiedad. La
empatía así entendida, desempeñaría un papel
central en la disposición prosocial de las
personas, la visión afectiva desde esta
perspectiva, se relaciona entonces, directamente,
con la acción prosocial ya que suele involucrar
el comportamiento de ayuda a alguien que
lo necesita. Una vez se reconocen los
sentimientos de inquietud, dolor, peligro
o aflicción ajena, lo más probable es que
se reaccione con una acción de
identificación o, incluso de auxilio.
Para Eisenberg (2000), el estudio de la
conducta moral incluye la regulación
emocional y la empatía, entendida como una
respuesta emocional procedente de la
comprensión del estado emotivo desarrollado
en otra persona. De todas maneras, la empatía
es considerada una emoción e incluso forma
parte de las denominadas emociones
positivas, de manera que el aspecto
cognitivo de la misma es en realidad más
una inteligencia de carácter emocional
que un verdadero razonamiento cognitivo.
Antecediendo a los autores mencionados
encontramos a Hogan (1969) citado por
Fernández- Pinto, López-Pérez y Márquez
(2008) quien en su momento conceptualizó la
empatía como la construcción que uno mismo
tiene que llevar a cabo sobre los estados
mentales ajenos; es decir, el intento de
entender lo que a los demás les pasa por la
mente. De esto se desprende que, comprender
lo que pasa por la mente de los demás, es una
capacidad meta representativa. Eisenberg
(1992), cita a Feshbach (1978), el cual afirma
que “la empatía presupone dos tipos de
procesos cognitivos; 1- la capacidad de
discriminar y denominar estados afectivos en
otras personas, y 2- la capacidad de adoptar
la perspectiva y el rol de otra persona”, en
otras palabras significa; comprender y
conocer el estado o condición de otro ser
humano y entender cómo alguien puede
sentirse afectado por algo que le está
ocurriendo a otra persona. Hoffman (1982),
también menciona que la empatía presupone
la habilidad de interpretar símbolos, lo que
evidentemente constituye una destreza
cognitiva Eisenberg (2000), cita a Karniol,
quien consideró que era entendible que las
personas empatizaran constantemente con
otros, por haber encontrado información
relevante en sus recuerdos que les capacita
para comprender los sentimientos o las
situaciones por las que pasan otros.
Fernández, et al. (2008) consideran a la
empatía como un fenómeno fundamental
dentro del estudio de la conducta humana.
Ha sido objeto de atención desde diversas
disciplinas como la filosofía, la sociología y
la psicología, entre otras. También tenemos
que la empatía abarca respuestas con pautas
afectivas y cognitivas. Así, se ha hecho una
distinción entre empatía cognitiva, que
102 | Cátedra Villarreal Psicología | V. 1 | No. 1 | Enero - Junio | 2016 |