Cátedra Villarreal | Lima, perú | V. 9 | N. 1 |enero - junio| 2021 | e- issn 2311-221276
Pese a la gran demanda de la educación universitaria
en estas últimas décadas, la formación profesional en
las universidades no ha estado debidamente articulada
con la ética y los valores; es decir, no ha obedecido
a una formación integral. De acuerdo con Tobón
(2007), la formación integral apunta a la formación
de personas: “con compromiso ético, que busquen su
autorrealización, que aporten al tejido social y que,
además, sean profesionales idóneos y emprendedores”
y los valores morales son esenciales, pues constituyen
ejes orientadores de la conducta y actividad profesional,
sus efectos son prácticos y al haberse dejado de lado
se ha producido un vacío ético que ha favorecido a la
instalación de prácticas corruptas.
Tal como sostiene Etzioni (1988) “los valores
conducta” (p. 47); sin embargo, basta ver los medios
de comunicación y constatar que líderes de la gestión
pública y privada, en su mayoría formados en las
universidades, se encuentran implicados en escándalos
y procesos legales por corrupción. Si nos atenemos a
sus declaraciones y ulterior conducta, es posible que
muchos de los involucrados no se sientan responsables
del daño que generan a sus instituciones y al país.
Schneider et al. (2010) sostienen que desarrollar
comportamientos socialmente responsables en
profesionales tiene que ver con la construcción de una
conciencia social y que esta puede desarrollarse en el aula
siempre que se fomente una mejor comprensión de por
que el desarrollo de las competencias ciudadanas
facilita “la comprensión de la propia realidad social, la
cooperación, la convivencia y la participación activa y
responsable” (p. 54); ello permite deducir que existe una
complementariedad entre las competencias ciudadanas
y el comportamiento socialmente responsable.
Desde otra perspectiva, Bolívar (2009) considera
que las competencias ciudadanas están relacionadas
con un conjunto de saberes y capacidades que
permiten integrarse a la vida social de manera activa y
participativa; mientras Navarro (2005) plantea que el
comportamiento socialmente responsable es aquel que
se realiza con determinada frecuencia, en cualquier
Navarro (2005) sostiene que la responsabilidad social
se cristaliza a través de la conducta moral. Sobre este
punto, ya Cortina (1995) señalaba que la práctica social
alimenta el altruismo y desarrolla la madurez moral del
individuo. Estas descripciones indicarían la existencia
de puntos de encuentro entre ambos aspectos en el
ámbito de los estudiantes universitarios.
Si bien existe un verdadero consenso en que la
universidades constituyen un espacio valioso para
formar ciudadanos con valores morales y responsables,
y en diversas instituciones se imparten asignaturas
especiales o contenidos transversales o se trabajan
proyectos de responsabilidad social, Schneider et al.
(2010) sostienen que la investigación académica aún
no ha validado estos enfoques, toda vez que está por
demostrar el impacto de las estrategias usadas.
socialmente responsable son la empatía y el desarrollo
emocional (Arango et al., 2014). Sin embargo, conocer el
de él una conducta habitual (Navarro et al., 2005).
la educación superior tiene en adquisición de
comportamientos socialmente responsables, midiendo
la frecuencia y la intencionalidad. Los resultados
obtenidos señalan que aun cuando existe una gran
frecuencia en el comportamiento socialmente
responsable, esta no se condice con una intención
prosocial.
Arango et al. (2014) estudiaron las relaciones entre
formación académica, empatía, valores y Conducta
Socialmente Responsable (CSR), en universitarios de
primero, quinto y décimo semestre y los resultados
indicaron una escasa frecuencia de comportamientos
La insipiencia de las investigaciones hace relevante
establecer la relación de las competencias ciudadanas y
el comportamiento socialmente responsable en alumnos
de la CRS y las competencias ciudanías.
Método
La investigación fue de tipo básica y de enfoque
cuantitativo. De otro lado, el estudio alcanzó a los
alumnos de la Facultad de Administración y fue de
nivel descriptivo correlacional, ya que se ha procedido
a “examinar relaciones entre variables o sus resultados,
pero en ningún momento explica que una sea la causa de
la otra” (Bernal, 2010, p. 114).